En esta época de fin y comienzo de año, y dada la situación actual, vale la pena preguntarse ¿cómo se han visto afectados nuestros rituales? O ¿cómo se verán afectados en este cierre e inicio de año? Indudablemente, las actividades culturales y, por ende, sociales se verán fuertemente afectadas.
Cada vez estamos más cerca de finalizar este extraño y desafiante año 2020. Un año cargado de retos, dificultades y, claro está, desafíos. Para muchos, este año no sólo ha traído evidentes problemas económicos, causados por las restricciones y cierres parciales o totales de la economía, sino también, para algunos de nosotros, la pérdida de amigos, familiares y conocidos. Bien sea esto, a causa de este infame virus o por otro tipo de circunstancias. Sin importar cual sea el contexto o la situación, lo que si parece claro es que este fin de año no se celebrará de la manera habitual.
Por un lado, están los protocolos de bioseguridad los cuales sabemos que no nos permitirán grandes aglomeraciones. Debido a esto, muchas actividades artísticas que se suelen realizar durante este periodo del año, lo más probable es que sean canceladas o que, incluso, ni siquiera se hayan contemplado realizar.
No sé hasta que punto pueda haber una flexibilidad en cuanto a reuniones familiares, esto si no surge un nuevo confinamiento repentino entre Diciembre de 2020 y Enero de 2021, esperemos que no. Pero creo que lo que sí es bastante evidente, en general, es que nuestros rituales sociales se han visto transformados a causa de la situación actual. Incluso saludar a familiares, amigos, conocidos o extraños se ha vuelto generalmente un desafío ya que para hacerlo inmediatamente comenzamos a reflexionar, o a cuestionarnos, en cuanto a cómo debería ser la manera más correcta de hacerlo. Por un lado, teníamos interiorizado un ritual vinculado a la proximidad o lejanía de la relación social con las personas a saludarnos. Por otro lado, está presente en nosotros una idea de riesgo, pánico o responsabilidad social que nos obliga a replantearnos todo lo anterior. Bueno, no crean que soy ingenuo, este tipo de reflexiones no le surgen a todas las personas. Sin embargo ¿qué es más importante, la cercanía de la relación o el distanciamiento para la salubridad?
Precisamente, y aprovechando esta época del año, creo que vale la pena reflexionar, aunque sea brevemente, en cuanto a los rituales que ya teníamos establecidos como sociedad, y otros que ya hemos perdido, probablemente a causa de la aceleración y la atomización vinculados a los procesos de globalización.
John Cage y el ritual de la performancia
Cada semestre dirijo, y hago parte, de un ensamble de música experimental de una universidad. La idea es que los estudiantes de música, sin importar su énfasis, puedan hacer parte de éste. No hay ningún tipo de prerrequisito para participar en el mismo. Muchas veces se encuentran personas de los primeros semestres así como de los últimos. La idea es crear una pequeña comunidad, dispuesta a compartir ideas, opiniones y experiencias en torno al sonido y las prácticas sonoras.
Es una situación que considero bastante interesante, más allá del aspecto académico de la materia, es un espacio para experimentar con el sonido. Y más importante aún, para tener nuevas experiencias y reflexiones en cuanto al sonido mismo y su producción. Recuerdo que una ocasión, una cantante me dijo que nunca se hubiera imaginado lo que podría lograr con su voz y que haciendo este tipo de prácticas se había vuelto a sentir libre, esa libertad de quien explora el mundo por primera vez, después de mucho tiempo de haber estado estudiando canto.
Para este semestre, la dinámica del ensamble fue bastante particular, ya que desde el principio sabíamos que teníamos que llevar acabo los encuentros del ensamble desde la distancia física y la proximidad irreal de la virtualidad. Esto nos hizo replantearnos bastantes cosas. Una primera opción era el realizar sesiones de improvisación telemáticas, sin embargo, algunas personas tenían problemas logísticos como para que pudiéramos llevar acabo estos encuentros. Así que, finalmente, nos decidimos por encontrarnos semanalmente para analizar alguna obra, discutir sobre el material sonoro, el montaje y demás preguntas que fueran saliendo. A partir de los encuentros sincrónicos nos dejábamos “tareas” en cuanto al material sonoro que deberíamos grabar de manera independiente, para finalmente ser mezclado.
Entre las obras que trabajamos se encontraba But what about the noise of crumpling paper… de John Cage. La pieza me parece muy interesante precisamente por la búsqueda tímbrica que plantea. La pieza no está escrita para un instrumento en particular sino que Cage describe algunas cualidades tímbricas, aunque sí es claro en cuanto a utilizar agua para la interpretación. Sin embargo, en la partitura nos encontramos esta indicación “Los intérpretes pueden estar situados alrededor del público, o dentro de él en caso de que el público no esté sentado, o pueden estar en el escenario, pero no muy juntos.” ¿cómo hacer esto en las condiciones que nos encontrábamos? Bueno finalmente la idea de “no muy juntos” sí que la podemos llevar a cabo, pero en este caso ¿lo mejor sería no hacer la obra?
Finalmente, y teniendo en cuenta la indicación antes mencionada, nos decidimos por montar la obra. Analizamos durante varias semanas la obra, después de realizar varias versiones a distancia obtuvimos una versión que nos dejo satisfechos[1]. Sin embargo, aunque pienso que el montaje de la obra fue muy enriquecedor por todas las preguntas y reflexiones que surgieron en torno a la misma, esa indicación de la ubicación de los interpretes en la partitura me ha seguido persiguiendo. Creo que este tipo de situaciones nos hace preguntarnos por los rituales de concierto y la situación actual social. Más allá de la distribución de las fuentes o la puesta en escena, gran parte de la experiencia al interpretar todo tipo de obra artística es compartir con ese otro. Y esto me llevó a preguntarme ¿cómo nos afectan esos rituales sociales?
Ritos y lugares ¿o no-lugares?
Los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación en un hogar. Transforman el “estar en el mundo” en un “estar en casa”. (Han, 2020, p. 12)
Creo que esta idea de Han permite evidenciar muy bien la importancia de los rituales en nuestra propia vida. Es la de instaurar, o reforzar, en nosotros esa idea de “estar en casa”. Curiosamente, con la situación actual, ahora nos encontramos cada vez más en casa pero al mismo tiempo muchas veces con una sensación de aislamiento. Esto puede responder a un fenómeno que ya se venia dando desde hace tiempo como lo era la hiperconexión, la información atomizada propia de lo digital, la idea de turista en lugar de peregrino y la pérdida colectiva de la demora contemplativa. Ya que estando en una sociedad de “vida acelerada” si no llegan constantemente estímulos nuevos nos sentimos aburridos. Debemos consumir y obtener cosas nuevas.
Sin embargo, más allá de las condiciones de consumo y autoexplotación propias de las políticas neoliberales, Han aborda muy bien estos temas. Quiero pensar, que en gran parte, una de las cosas que más nos afecta ha sido precisamente la pérdida de los rituales. Y aquí no me refiero a algún tipo de dogma religioso. Hago referencia a los rituales culturales como asistir regularmente a conciertos, charlas, debates. Incluso, hasta las tertulias de bares o cafés, requieren de la regularidad, periodicidad, un comportamiento preestablecido y un lugar específico que creo propio de los rituales de interacción social. En nuestro caso actual, el lugar de unión, este “hogar” en donde se lleva a cabo el ritual se encuentra con bastantes medidas restrictivas.
El lugar-hogar, se encuentra muchas veces prohibido para nosotros, sabemos que aún existe, en la mayoría de los casos, pero hemos sido desterrados. En este sentido, tanto los lugares como los rituales de interacción han cambiado, o por lo menos se han visto transformados[2]. El lugar físico en el que compartíamos e intercambiábamos experiencias u opiniones ha pasado a ser un lugar digital. La presencia y seguridad de lo físico ha sido reemplazado por lo irreal e inmaterial de lo digital. Los rituales del comportamiento “público”, del encuentro casual en la ciudad, o del encuentro intencional en el lugar han sido reemplazado muchas veces por el link, la plataforma o la imagen del usuario.
Debido a esto, se ha perdido esa idea de un nosotros que converge y surge regularmente para llevar a cabo unos rituales de concierto, teatro, cine, danza, entre muchas otras expresiones artísticas, que finalmente conducen al entretenimiento, a la vida contemplativa y por ende a la reflexión. En resumen, se han perdido esos rituales para compartir e interactuar. Las actividades, los ritos, que nos daban esa idea de comunidad se han transformado.
No quiero ser pesimista, en muchos casos lo digital ha sido muy positivo, conciertos telemáticos, encuentros con familiares o amigos en diversas partes del mundo. Así como también, muchísimas charlas y ponencias a las que antes no se podía acceder salvo que se estuviera de forma física. Más aún, otra de las grandes ventajas ha sido el poder tener una relativa “proximidad” con nuestros seres queridos que hacen parte de esa llamada “población de alto riesgo” sin tener miedo de contagiarlos. Sin embargo, creo que la interacción presencial, y todos los ritos que la acompañan, son importantes para nosotros como sociedad.
Solitario-solidario
Estas fiestas de fin y comienzo de año serán distintas. Muchos artistas que conseguían ingresos por medio de eventos vinculados a este tipo de actividades no obtendrán dichas ganancias. Los establecimientos tampoco la pasarán muy bien desde el punto de vista económico. Las reuniones familiares, si somos responsables, serán muy pequeñas y esporádicas. En este año lo que ha predominado es esa sensación de soledad pero también de solidaridad. Creo que en este momento del año no debemos olvidarnos de esto, de apoyar a los artistas y establecimientos que se encuentran en situaciones económicas difíciles. Sinceramente, espero que el otro año podamos recobrar de manera gradual, cada vez más nuestros espacios y rituales de interacción social.
Referencias:
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