Todo cambio implica un acto de violencia. Esto se ha visto reflejado constantemente en la historia de la humanidad, por medio de protestas o luchas sociales casi siempre vinculadas a situaciones de injusticia. En este sentido la música y el arte en general no escapan a esa violencia. Cada vez que se han cambiado abruptamente los paradigmas establecidos por una sociedad, bien sea artística, dicho cambio es percibido como un acto de violencia o recibido con violencia. Sin embargo, creo que la violencia del cambio, por lo menos potencialmente, es una oportunidad para mejorar y replantearnos nuestra posición en el mundo y la sociedad.
Cada tanto tiempo la sociedad se encuentra en una situación de crisis, en la que algo sucede y comienza una oleada exponencial de protestas y violencia. Esto puede ser porque simplemente se llega a un límite en el que una sociedad ya no soporta más la situación en la que se encuentra o porque surge un detonante que nos hace ver, realmente, el contexto en el que nos encontramos.
En el caso actual la crisis económica ocasionada por la COVID-19, las protestas contra las medidas adoptadas por algunos países para combatir dicho virus, las luchas constantes contra el racismo y el colonialismo, y el constante uso desproporcionado y deshumanizado de las fuerzas de orden público han ocasionado una escalada de violencia y protestas casi a nivel global.
Puede ser que la crisis económica, y tal vez psicológica, ocasionada por la COVID-19 haya sido el detonante en algunos casos de estas manifestaciones. Sin embargo, creo que lo que se ha hecho evidente es la desigualdad social en la que nos encontramos como sociedad global. Y aquí hablo de una sociedad global, o globalizada, en un intento de combatir los nacionalismos y la xenofobia que se han vuelto cada vez más presentes en estos días.
Este impacto o violencia que nos abraza por estos días también puede ser abordado como algo positivo, dependiendo de su final. Pienso por ejemplo en el arte, en donde cada tanto tiempo surge una obra o un artista que produce un impacto tal en la sociedad que nos plantea cuestionarnos las cosas que ya dábamos por hecho. En realidad, a lo largo de la historia muchos han sido los artistas que han hecho esto, creo que en esencia la historia del arte es la historia de las personas que se han arriesgado a cambiar los paradigmas establecidos.
Aunque, como dije antes, son muchas las personas que han generado cambios en la sociedad y en el arte. Muchas veces percibidos como violentos o recibidos con violencia. Aquí quiero aprovechar este espacio para hablar de la violencia de cambio desde dos artistas: Iannis Xenakis y Olivier de Sagazan. Sin embargo, quiero abordar esta idea de “lo violento” a partir de estos dos artistas, como algo positivo, renovador y transformador, como una oportunidad de cambio, así como espero que suceda con el resto de nuestra sociedad globalizada.
Iannis Xenakis
“The listener must be gripped and whether he likes it or not, drawn into the flight path of the sounds without special training being necessary. The sensual shock must be just as forceful as when one hears a clap of thunder or looks into a bottomless abyss[1]”
Creo que ese choque violento que trae el cambio, en la naturaleza humana y de las masas, es lo que nos expresa de alguna manera Xenakis con esta idea. Vale la pena aclarar que aquí no pretendo responder o explicar algunos de los famosos procedimientos compositivos implementados por Xenakis, como por ejemplo, los autómatas celulares, los tamices o en general la llamada música estocástica, para lo que recomendaría leer su libro Formalized music: Thought and Mathematics in composition.
Sin embargo, su formación como ingeniero y la implementación de muchos conceptos estadísticos en su pensamiento compositivo, sobre todo desde el punto de vista de las ciencias, creo que sí serán relevantes. Lo anterior, porque por medio del uso de estos procedimientos matemáticos, Xenakis esperaba que su música de alguna manera se comportara casi como un ser vivo. Con Xenakis, la música dejó en gran medida de ser una superposición de capas agrupadas en orden de importancia, o una melodía que se repartía y atomizaba por diferentes registros y timbres, algo muy común en la década de los años cincuenta, para convertirse, más bien, en una masa sonora que se transforma con el transcurrir del tiempo.
De su formación en ciencias puras, viene esta idea de estructurar el sonido como si fuera un ser vivo. Utilizando ideas de procedimientos estadísticos para predecir o simular el comportamiento de gases u otros comportamientos complejos o caóticos. Sin embargo, no hay que olvidar que Xenakis pese a esta imagen de compositor-matemático nunca dejó de ser humano. No se puede olvidar su participación armada contra los nazis o su posición política que lo hizo huir de Grecia. Esto también se ve reflejado en la manera de explicar el comportamiento de una masa, ya no un gas, sino una masa humana protestando y cantando. Cómo la masa va poco a poco avanzando y cómo los cantos se van transformando a lo largo de la masa para finalmente disolverse ésta por la intervención de las fuerzas de control. Y, finalmente, esta humanidad no sólo se ve en la manera en la que explica algunos comportamientos sino también en algunas decisiones compositivas, por ejemplo, cuando los resultados de algunos de sus procesos matemáticos son alterados o ignorados en pro de una decisión estética, o de gusto. El procedimiento sugiere pero es el creador el que decide si seguirlo o no.
Y aquí es donde retomo esta idea del choque sensual, o del impacto, que logró con su música. Un impacto similar al que se obtiene cuando vemos un acontecimiento natural que nos paraliza. Como al encontrarnos en medio de un huracán, y deber refugiarnos con temor en esa estructura que llamamos hogar que generalmente nos daba una idea de seguridad pero que ahora nos damos cuenta que no es más que una ilusión y una pequeña estructura endeble frente a la enorme fuerza de la naturaleza. Escondidos, escuchando aullar la furia del viento por entre tejas y ventanas, esperando que el tiempo avance muy rápido y que al final algo quede en pié.
Creo que, finalmente, la música de Xenakis ciertamente logra su objetivo, la primera vez que uno la escucha, produce un choque de todo lo que alguna vez uno había considerado que era o podía ser música. Suelo usar algunas de sus obras para hacer una introducción al análisis musical y veo la cara de sorpresa y espanto de muchas personas que lo escuchan por primera vez. Su música es un ser vivo que impacta y lo hace a uno entrar en conflicto para reflexionar qué está sucediendo o ¿qué puedo hacer yo? Esta sensación es constante con la obra de Xenakis, aunque en mi caso particular creo que siempre me sucede con su obra Horos[2], no imagino cómo habrá sido haberla escuchado en estreno.
Olivier de Sagazan[3]
“Si te comportas como en la vida cotidiana nada va a pasar, es cuando te pones en situaciones difíciles que de repente aparece una forma viva[4]”
Las performaces de Olivier de Sagazan siempre las he encontrado perturbadoras, y a la vez, cautivadoras. Creo que lo que él expresa con la frase que inicia este apartado es muy coherente con la experiencia que se tiene cuando se ve su trabajo. La primera vez que vi una performance de Sagazan fue por medio del documental Samsara[5].
La performance inicia con un sujeto de traje sentado en lo que parece ser su oficina. Es decir, una persona “normal” en un contexto común. Poco a poco el sujeto comienza a tomar materiales que guarda en su escritorio y se los empieza a poner sobre su cara y cuerpo. El traje que lleva puesto comienza a ensuciarse y, poco a poco, a despojarse del mismo. Gradualmente, empezamos a ver cómo este sujeto “normal” empieza a adquirir formas, y contornos, totalmente nuevos y antinaturales. Es como si nos devolviera a una etapa primitiva de formación de un ser en constante mutación que o bien trata de parecer un humanoide o busca de alguna manera dejar de serlo. Todo esto, brillantemente musicalizado, con unos cantos tibetanos impresionantes.
¿Qué significa eso? Tal vez es una de las preguntas recurrentes que surgen con la obra de Olivier de Sagazan. ¿Qué estamos viendo? ¿qué nos quiere decir con esto? ¿tal vez es un reflejo, muy en el fondo, de la humanidad? ¿es el ser humano en búsqueda de su forma, de su visión o su identidad, de la arcilla a la carne? o ¿será todo lo opuesto? ¿es acaso el abandono de los paradigmas sociales y culturales para volver a una etapa inicial? tal vez ¿del polvo al polvo?
Dice de Sagazan: “El artista es como un virus que parasita en el cerebro con las imágenes que envía”. Pero estas imágenes sin forma, o con todas las formas al mismo tiempo, de este ser que crea de Sagazan, que incluso puede parece como si hubiera pasado violentamente por un proceso de carnicería, muy a lo Francis Bacon ¡pero delante de nuestros ojos! Siempre nos dejan una sensación de intranquilidad. Precisamente, porque logran aferrarse a nuestros cerebros como unos parásitos y nos preguntamos ¿será el paso del ser humano por la cultura, la sociedad y las instituciones que se crean para preservar las mismas las que terminan deformando o formando a este ser, que finalmente puede que sea yo?
De lo sublime a la violencia del cambio
Retomando la idea de ese choque sensual que debe tener la música como cuando se oye un trueno o se contempla un abismo sin fondo, creo que es una sensación, quizá similar, a la descrita por Kant como lo sublime. En este caso, como humanos nos encontramos en una posición de conmoción frente al poder y grandeza de la naturaleza y al mismo tiempo nos hacemos consientes de lo pequeños que somos frente a la misma naturaleza. Sin embargo, al poco tiempo nos damos cuenta de estar en un lugar privilegiado, temerosos de la misma pero a salvo, o por lo menos eso queremos creer. Puede ser, precisamente, el darnos cuenta de que estamos “a salvo” lo que nos permite experimentar el poder del choque sensual de la naturaleza como algo no sólo bello, sino también, sublime.
Esto también nos conduce a las ideas de las formas vivas de de Sagazan. Precisamente, lo que nos pone en ciertas situaciones difíciles es lo que nos hace apreciar el contexto vivo y actual del momento. Ser conscientes de lo que nos rodea, y esa consciencia fresca se logra prestando atención a lo que sucede a nuestro alrededor y tratando de buscarle nuevos significados.
Traigo a colación a estos dos artistas, porque creo que precisamente son las situaciones de impacto, choque o crisis en el arte, y en general en la vida, las que nos hacen preguntarnos, y cuestionarnos, por nuestras ideas de lo que damos por hecho con relación a la realidad contextual y viva de la situación.
En la actualidad, como dije al inicio de este texto, se ha presentado una creciente oleada de violencia que tiene que ver con cosas que dábamos por hecho como sociedad, pero que de fondo estaban mal, nacionalismos, xenofobia, colonialismo y restricciones desiguales aparentemente justificadas, entre otras. Tal vez, lo que generó este choque, y fomentó que de una u otra manera se produjeran estas oleadas de violencia, fue la creciente crisis económica, y tal vez psicológica, traída por la pandemia.
Sin embargo, creo que toda crisis, pese a lo negativo del momento inmediato cuando se está viviendo la crisis, puede ser una oportunidad para cambiar, y ojalá para no sólo cambiar sino para mejorar. No obstante, creo que también hay que tener en cuenta que la violencia por la violencia no tiene ninguna importancia, lo que deberíamos buscar es lograr un cambio de raíz en las instituciones, contextos o situaciones contra las que protestamos.
Notas
- ^ N.T: El oyente debe ser agarrado y, le guste o no, arrastrado a la ruta de vuelo de los sonidos sin que sea necesario un entrenamiento especial. El choque sensual debe ser tan fuerte como cuando se oye un trueno o se mira a un abismo sin fondo.
- ^ https://www.youtube.com/watch?v=Hf7sGbnsu2E
- ^ https://www.youtube.com/user/sagazan
- ^ La Nef des Fous.
- ^ https://www.youtube.com/watch?v=5b_I06sPbmw
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