Este 2022 se cumplen veinte años del fallecimiento de la madrileña María Escribano. Nacida en una época de cambios para la música y para las mujeres, la compositora escribió una extensa obra a través de la que se permitió experimentar con distintos elementos. Hoy reflexionaremos sobre la suite Sortilegio, en la que música, palabra, compañerismo y espectáculo se entrelazan para crear una obra vigente aún hoy.
El lenguaje es un acto con consecuencias. El éxito del hechizo no depende únicamente del sujeto que lo pronuncia. Existen unas condiciones de enunciación que se extienden en el tiempo y exceden el momento en el que el ritual está teniendo lugar.
Sara Torres en Conjuros y cantos (2016)
María Escribano (1954-2002) fue una de las compositoras que vivieron el cambio de paradigma de la situación de las mujeres como creadoras, tras una época en la que el desarrollo de sus carreras había encontrado numerosos obstáculos hasta encontrar la profesionalización.
A pesar de lo que podríamos pensar, la situación de las mujeres en el ámbito artístico no ha visto un progreso lineal (Ramos López, 2013), sino que ha sufrido retrocesos y conseguido avances en distintos períodos de la historia. A finales del siglo XIX y principios del XX, numerosas mujeres empezaban a acceder al ámbito laboral, especialmente en el sector industrial y de servicios. Esto generó una gran desconfianza entre los varones, que se tradujo en una forma determinada de estudiar y transmitir la historia de los siglos anteriores. Los estudiosos, que comenzaban a desarrollar la Musicología como una disciplina en sí misma, se mostraban reacios a incluir las creaciones de las mujeres en sus trabajos debido a la inquietud que suscitaba su reciente inserción laboral, a pesar de que estas habían existido e incluso habían sido documentadas en momentos anteriores.
En los años 80, especialmente de la mano de la Musicología feminista, se empezó a generar una historia compensatoria a través de la cual se añadían nombres, obras y aportaciones de mujeres a la historia que se había contado hasta entonces. Aunque la visibilización de las mujeres artistas era necesaria en aquel momento, se incurrió en el mismo error que a principios de siglo: olvidar el contexto en el que las mujeres habían tenido que realizar su actividad musical al intentar comparar sus obras con las creadas por hombres sin atender a sus particularidades. En definitiva, se acababan ocultando las desigualdades y las causas materiales de su exclusión de la historia de la música.
Así pues, María Escribano desarrolla su carrera entre ambos paradigmas: aquel que intentaba ocultar, negar y excluir la música creada por las mujeres, alegando incluso motivos biologicistas para ello, y aquel que trataba de darles visibilidad a costa de una falta de análisis de las causas que habían llevado a las mujeres a crear música solo como aficionadas. La profesionalización de las mujeres en la música no fue posible hasta entrado el siglo XX, y sería por tanto la generación de María Escribano la que vería por fin los frutos de una mayor igualdad en este ámbito (Fernández Guerra, 2008).
La compositora nació en Madrid en 1954, donde estudió Piano y Composición con maestros como Fernando Puchol, Antón García Abril y Román Alís, entre otros nombres que ya hoy reconocemos como figuras importantes de la herencia musical que hemos recibido en España. Tras esto, realizó estudios de Técnicas de composición contemporánea con Tomás Marco, Cristóbal Halffter, Arturo Tamayo, Carmelo Bernaola y Luis de Pablo. Algunos cursos en el extranjero pusieron a Escribano en contacto con compositores como Ligeti o Kagel.
Como vemos, recibió los consejos de compositores pertenecientes a corrientes estéticas muy distintas, aunque se haya intentado pensar en ellos como parte de una misma generación, como se reflexionaba a partir del fallecimiento de Luis de Pablo, este 2021. No nos debería extrañar, siendo así, su ecléctica obra musical. Escribano compuso numerosas obras para agrupaciones de cámara, la mayoría de ellas con piano, obras sinfónicas y algunas piezas de música electroacústica. Sus inicios como compositora, en los que estuvo vinculada al teatro, dieron lugar a varias obras para la escena, y su intensa actividad como docente, a obras de carácter pedagógico.
En el 20 aniversario de su fallecimiento, aún es complicado encontrar grabaciones de las obras de María Escribano. Es por ello por lo que decidimos escuchar y reflexionar sobre el álbum Sortilegio, en el que la pianista Ana Vega Toscano interpreta las obras para piano de la autora, entre las que encontramos la principal aportación de la compositora a la música mixta para piano.
Las ciudades de Madrid y Barcelona fueron los dos focos pioneros de la música electroacústica en España (Vega Toscano, 1997). El primer laboratorio español, “Alea”, era fundado por Luis de Pablo en 1965 en Madrid, que más tarde daría lugar al grupo “Alea-música electrónica libre”. En Alea sería donde Escribano realizaría su primera incursión en la música electroacústica con su obra Flor de azar (1976) para guitarra y cinta magnética. Es fácil, pues, hacer el recorrido desde los inicios de la música electroacústica en España hasta la compositora María Escribano, alumna, entre otros, del fundador del laboratorio, Luis de Pablo.
Tras Flor de azar, Escribano componía en 1992 su obra Solar, que encontramos incluida en la grabación de la suite para piano Sortilegio. Se trata de una obra para cinta y piano en la que podemos escuchar sonidos de fondo que dan paso al murmullo de dos pianos muestreados, en canon, con los que dialogará el piano interpretado en directo o en la grabación del disco. Se trata de la obra central de la suite, dedicada a Ana Vega Toscano, quien la describe como un retrato realizado por la compositora y sobre el que le fue permitido improvisar la parte central, convirtiéndola en una obra muy personal (Ana Vega Toscano, comunicación personal, 17 de enero de 2022). Sin embargo, el mayor interés de la obra radica en su papel como pieza de un conjunto, que es Sortilegio al completo, y que parte de un texto en prosa poética realizado por la pianista e incluido en el álbum.
Se trata de un proyecto singular en el que las dos, compositora e intérprete, trabajaron de forma colaborativa, lo que hoy hace difícil —aunque seguramente también muy interesante- su ejecución por parte de pianistas ajenos a su gestación. Está compuesto por siete obras: Sortilegio I (1992), Quejío (1988), 786 (1995), Solar (1992), Rêve (1992), Hagadá (1992) y Sortilegio II (1992), que cuentan con la participación de Fátima Miranda, con la voz, y Llorenç Barber, con las campanas, ambos en Sortilegio I y II. El mismo Barber transmitía su impresión sobre la música de Escribano diciendo que “es una música que huye de todo tono críptico tanto como del tormento del dolor, aunque eso sí, sin llegar al furor antipsicológico de ciertos modernos. […] La música de María es una música de pasajes, transitiva —mejor transeúnte—, que nos lleva de acá para allá, una sucesión de pasajes que conforma una especia de rito evanescente (nada rotundo) que transforma la química del sonido en alquimia progresiva”. Tan sugerente descripción no hace sino conducir al oyente por ese camino musical creado por Escribano.
El proyecto se concibió como un todo para el espectáculo, y de hecho, se interpretó varias veces tras su estreno. Cada una de las partes que lo componen, desde la música hasta la maquetación del álbum, dejan traslucir un gran cuidado por el detalle, que se hace posible a partir de los varios encuentros entre los agentes que les dan forma. Así describe este encuentro la misma María Escribano en el pequeño libreto que acompaña a la versión en CD editada por U. M. Unió Músics:
Si la música es encuentro, el primero sería el que se produce entre el compositor, la idea —entendida esta como materia viva, vida- y el sonido. Fraguado ya este primer acto, acontece el segundo Encuentro, compositor e intérprete, la Música se encarna a través del hacer de este último. Camina y en este caminar crece, se desarrolla y nutre a sí misma gracias al espíritu y a la intención que el intérprete le confiere.
Esta conjunción entre compositora e intérprete da la vuelta a la idea, muy asentada en según qué ámbitos musicales, del genio creador como único responsable de la Obra. Nos muestra a una María Escribano que confía en su proyecto, en sus colaboraciones y en el poder de la palabra escrita. Una palabra que se presenta como acompañante de la música sin que se perciba una lucha por acaparar los significados, sino el deseo de alimentar el encantamiento al que toda la obra conduce. Al igual que lo hacen los distintos timbres que aparecen a lo largo de la suite —la voz y las campanas con las que comienza y finaliza, las cuerdas del piano, los efectos que facilita la cinta-, los campos semánticos que giran alrededor del sortilegio conforman una paleta particular. Esta se refleja incluso en la edición de la partitura, a cargo de la Editorial Música Mundana, que cuenta con poemas de la compositora y otros autores, así como con varias pinturas de Enrique Santana. Todos los elementos de Sortilegio construyen un mundo mágico posible para el espectador, que acapara todos los sentidos a la manera teatral con la que tanto María Escribano como Ana Vega Toscano estuvieron relacionadas durante su carrera.
Salir del hechizo que produce la obra Sortilegio no es fácil, y nos lleva a preguntarnos cómo sería asistir en directo a su representación, pensada para el espectáculo total, lo que hoy relacionaríamos con el concepto de performance. Se trata de una propuesta nueva en su momento y muy vigente hoy en día, que exige presencia, atención y una predisposición a ser convencido, encantado, por parte del público. Algo muy interesante en un momento en el que la vida pasa veloz y desde el ámbito musical nos preguntamos tantas veces qué hacer para que los conciertos susciten interés y atrapen al público. Qué hacer para que el momento pueda ser repetido.
Quizás ahora, veinte años después de la muerte de María Escribano y treinta desde la composición de la suite Sortilegio, pueda ser un buen momento para recuperar parte de su música y sacarla al escenario de forma más habitual, como recordando que hay ciertas maneras de hacer y de transmitir la música que no pierden su valor con el tiempo.
Referencias bibliográficas
- Álvarez Cañibano, A., González Ribot, M.ª J., Gutiérrez Dorado, P., Marcos Patiño, C. (Ed.). (2008). Compositoras españolas: la creación musical femenina desde la Edad Media hasta la actualidad. Centro de Documentación de Música y Danza.
- Escribano, M. (1996). Solar [Grabado por A. Vega Toscano]. En Sortilegio [CD]. Mallorca: U. M. Unió Músics. (1996)
- Fernández Guerra, J. (2008). Compositoras españolas, el final de una larga marcha [Archivo PDF]. https://www.fundacionava.org/files/DVnoticias/Documento/ellascrean_programa08.pdf
- Ramos López, P. (2013). Una historia particular de la música: La contribución de las mujeres. Brocar. Cuadernos de Investigación Histórica, (37), 207-224.
- Vega Toscano, A. (1997). Música mixta para piano y electroacústica: Un nuevo género en el repertorio pianístico español. Revista de Musicología, 20(1), 729-743.
Notas
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