Juan Luis Montoro es un joven compositor malagueño, residente en La Haya, que experimenta con las fronteras entre los instrumentos tradicionales, la tecnología, y la gestualidad en la interpretación musical. Sus ideas están basadas en el uso de instrumentos extendidos y el análisis de procesos electrónicos, lo cual usa como material musical para estructurar sus composiciones en relación directa con el material sonoro con el que trabaja. Como es habitual en esta sección, es el mismo compositor quien nos presenta la pieza que ofrecemos para su escucha.
Reflejos de agua, sal y hierro (2017) fue la primera pieza donde empecé a utilizar conscientemente la técnica de instrumento extendido. Tras varias piezas en las que exploraba la combinación de instrumentos tradicionales (acústicos) con electrónica, en las que no terminaba de estar conforme con la manera en la que éstos combinaban tanto acústica como interpretativamente, decidí simplificar los procesos electrónicos utilizados, y dar el control de estos al intérprete. Así, surgió la idea de voz extendida que exploro en esta pieza.
Los procesos electrónicos en vivo empleados son la reverberación convolutiva y la modulación FM, ambos procedimientos se centran en el procesamiento de la voz de la intérprete en vivo. Estos procesos son controlados por la soprano a través de su distancia respecto al piano y el atril frontal (sensores de proximidad) o con los gestos de sus manos (sensor de posición y acelerómetro).
La idea generadora de la pieza se basa en cómo los recuerdos almacenados son siempre fragmentarios. Por tanto, cuando tiempo después recordamos, sólo se poseen fragmentos más o menos detallados a partir de los cuales los reconstruimos, rellenando los huecos que faltan de acuerdo con las expectativas y conocimientos actuales, buscando que el recuerdo resulte coherente. Cuando estos recuerdos se aplican a lugares o personas que dejamos y después nos volvemos a encontrar, se produce una distorsión entre nuestro recuerdo y la realidad con la que confrontamos.
Esta idea se refleja en los procesos electrónicos utilizados, en los cuales se presentan la distancia y reflejo de nuestra voz en el lugar que dejamos (convolución), y sentimientos encontrados que nos provoca la confrontación entre el recuerdo y la realidad reencontrada (modulación FM creando distorsión entre dos fuentes sonoras).
El efecto que perseguía con la convolución era el de la voz resonando en las cuerdas del piano. Para conseguirlo, generé una respuesta de impulso (IR) que consistía en una grabación de todas las notas del piano superpuestas, creando un espacio artificial en el que la voz resonaría, provocando la ilusión de que era la misma voz natural la que hacía vibrar las cuerdas del piano por simpatía. El altavoz desde el cual se reproducía la electrónica estaba dentro de la caja de resonancia del piano, enfocado al interior, potenciando la ilusión de un efecto natural.
La modulación se genera entre la voz en vivo como portadora, y una onda senoidal como moduladora, creando así un procesamiento cada vez más inarmónico en el timbre de la voz cuanto más se alejaba la nota entonada de la frecuencia de la onda moduladora, correspondiente al Si4.
Esta obra fue compuesta en colaboración con la soprano Natalia Pérez, con la cual trabajé en el material musical y con el funcionamiento de los sensores (desarrollando la voz extendida) y estrenada junto al pianista Juan Miguel Moreno Camacho en el Korzo Theatre de La Haya (Holanda).
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