Compositor, pianista e ingeniero de sonido, es uno de los personajes más misteriosos de la historia de la música popular del siglo XX. Dedicó su vida a su más preciada invención, el Electronium, una máquina capaz de crear música de manera automática que, tras su muerte, cayó en el olvido y que ahora, décadas más tarde, nadie parece saber cómo poner en funcionamiento.

Lucía Ortega Díaz
1 noviembre 2023
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Imagen del Electronium. Raymond Scott – Artifacts from the Archives

Scott nació en 1908 en Brooklyn, el seno de una familia propietaria de una tienda de música. Este periodo resultó toda una revolución para la industria y la cultura sonora gracias a la música grabada, a la radio y la pianola, que fascinaban al compositor desde niño y que marcaron su curso vital. Trabajó como pianista y compositor para la orquesta de la radio CBS, así como director del Raymond Scott Quintette y que obtuvo un gran éxito: firmó un contrato con Columbia Records, protagonizó su propio programa de radio y se ganó la admiración de músicos como Igor Stravinsky o Duke Ellington.

Es junto a su Quintette cuando el compositor comenzó a obsesionarse con la más absoluta perfección, esperando de sus músicos este estándar, como si de máquinas se tratasen. Su éxito profesional le permitió convertir habitaciones enteras de su casa en un laboratorio de música electrónica. Escribió, además, numerosos jingles para grandes empresas usando la tecnología que él mismo había desarrollado. Se teoriza que creó algunos de los primeros grabadores multipista, así como uno de los primeros sintetizadores y secuenciadores. Además de los jingles, otra de las fuentes que financiaron sus experimentos surgió de la venta de sus primeras composiciones a Warner Brothers, que forman parte de la banda sonora de la serie de animación Looney Tunes.

El propósito del Electronium era que compusiera e interpretase un fragmento musical, que pudiera expresar, de algún modo, las emociones humanas y que ayudase al artista con su composición. La máquina era una combinación de algunas que ya había creado y se controlaba con diferentes interruptores, generando, de forma aleatoria y a partir de unos patrones ya preestablecidos, un sonido. Lo más interesante es que, al parecer, esta aleatoriedad y estos patrones iban modificándose a sí mismos, aunque actualmente nadie sabe bien cómo.

Scott llevó todo el proceso con mucho secretismo, aunque publicó algún artículo en la prensa hablando de ello, lo que permitió que Berry Gordy, de Mototown Records, se pusiera en contacto con él. El empresario quería automatizar el proceso creativo de modo que fuese posible producir música novedosa a la vez familiar, así como pegadiza y a demanda. Comenzó a trabajar para Mototown, pero nunca estaba satisfecho con el dispositivo y el coste del proyecto era cada vez mayor. Además, los músicos que tuvieron la oportunidad de colaborar y hacer uso del Electronium estaban temerosos de que su trabajo acabara siendo destituido por una máquina.

Raymond Scott falleció sin haber dado su proyecto por finalizado y en bancarrota: la industria se olvidó de su música, aunque, paradójicamente, esta ha resurgido recientemente y aparece en varios medios de la cultura popular. En cuanto a sus invenciones, es Brian Kehew, músico y productor, quien, junto a un grupo de ingenieros, ha retomado el Electronium para finalmente restaurarlo y digitalizarlo.

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