Tiempos difíciles, muy complicados. Estamos viviendo un momento extremadamente extraño, imposible de imaginar salvo en los telefilmes apocalípticos de sobremesa que, por cierto, están ausentes de las programaciones televisivas. La pandemia de COVID-19 ha cambiado la vida de todo el mundo y cercenado la de muchos. El contexto cultural –como es lógico- no ha sido una excepción.
En esta situación, cada cual expone su queja, sus necesidades, sobre todo para el después. Obviamente, las de unos son más esenciales que las de otros, pero en cualquier caso, es indudable que el desastre que se avecina para cuando termine la crisis sanitaria afectará a todos los estratos de la sociedad. Una sociedad que, como es lógico, se encuentra en una situación a la que es muy difícil responder de manera coherente.
Tomando el contexto de la llamada “cultura”, ha sido muy sonada la falta de iniciativa del ministerio del ramo en España, poniéndolo en comparación con quien lógicamente queremos compararnos. La salida rápida de los responsables gubernamentales de cultura de Alemania, Francia o Reino Unido para tranquilizar al sector artístico –incluyendo en el paquete de ayudas a los propios artistas, no sólo a las instituciones- nos sumerge de nuevo en ese pesimismo existencial, tan español, respecto a lo que se hará en nuestro país. Y en este caso con razón. El comportamiento del Ministerio de Cultura, hasta la fecha, ha sido asombrosamente rácano, limitándose a esperar a que le lleguen las ideas desde el sector, sin ninguna iniciativa visible (hay que decir que algunas otras administraciones locales o autonómicas parecen empezar a actuar). Así, instalados en esta incertidumbre, lo cierto es que se atisba un panorama bastante negro en el futuro cercano para todo el tejido cultural del país, especialmente el más débil, aquel que cuenta con menos recursos y que debería ser el foco de atención primaria de las administraciones.
Debilidades
Por otro lado, la reacción desde el confinamiento es una reacción casi siempre individual. Las redes sociales se han llenado de iniciativas que, eso sí, son seguidas de forma bastante indiscriminada, en un extraño flujo que hace aflorar diferentes debilidades. Confinados en sus casas, cada cual parece verse obligado a que no se perciba un cese de actividad. A que se vea que el músico no descansa, no está dispuesto a permanecer impasible, y esto debe ser transmitido al otro, que se sepa más allá de las paredes del hogar. Sin embargo, esta actitud es un arma de doble filo. Esta explosión puede ser positiva en cuanto a señalar una actitud nada derrotista, pero tiene varios problemas. Además del riesgo de caer en una algo ingenua autopromoción, esta impresión de exceso de oferta –no siempre de calidad- nos lleva a la situación de estar hablando/tocando casi en exclusiva para la cámara que nos graba, que realmente no hay interlocutor en el otro lado o que éste está distraído en sus cosas (¿produciendo a su vez?). Y también, algo que no debe perderse de vista: el sobrealimentar de contenidos las redes podría justificar la inacción de unas autoridades que están obligadas a cuidar a quien produce el objeto artístico. “Están contentos, producen, y gratis, ergo ¿para qué tomar medidas?”. Esta lógica es peligrosa, muestra debilidades claras donde quizá debería haber reivindicación seria y meditada (es decir, lo contrario al pataleo). Se podría sospechar incluso que por parte de aquel que tiene que defender y pagar a los artistas –tanto desde el ámbito público como el privado- existe una intención, ciertamente perversa si así fuera, de demostrar que existe una autogeneración altruista que no necesita ser remunerada.
En este sentido, cabe señalar algún proyecto interesante que sí parece venir de algo meditado, como el caso de la IN·SIDE, ciclo de vídeos de músicas aisladas, que ha encargado a diferentes artistas –de forma remunerada- una serie de trabajos en vídeo, realizados desde su casa, para ser emitidos online. Este tipo de iniciativas –que crean una nueva forma de relación promotor-artista-espectador- se pueden convertir en modelo a seguir, obviamente, para quien tenga recursos para llevarlas a cabo (pagar cachés y encargos a sus músicos). Pero, lo que es más importante, se erigen en una llamada de atención para aquellos que sobradamente podrían diseñar alternativas al concierto en esta situación crítica, véase organismos culturales públicos y privados con recursos financieros suficientes. Parece que desde estos ámbitos sólo se nombra al artista para agradecerle que “no se pare la cultura”, pero se olvidan de que el que está detrás de ésta también tiene que comer.
No obstante, en este terreno tan complejo, la reflexión puede extenderse algo más. Sin contradecir lo anteriormente expuesto, habría que señalar el carácter peculiar del objeto artístico como producto en relación a otros bienes de consumo. El propio hecho de que el artista esté produciendo de un modo voluptuoso podría ser indicativo de la dificultad de dar un valor de mercado a la obra de arte. Ningún panadero estaría planteándose regalar el pan de forma indiscriminada. El pan tiene un coste de producción definido que debe incluirse en el precio final junto a otros factores. Sin embargo, esta falta de escala de valor de mercado en la obra de arte, que hace que el producto sea incuantificable, nos lleva a “cederlo” sin realmente saber qué valor estamos regalando al otro, algo que no deja de ser un acto desinteresado desde esa óptica de mercado. Así, podemos concluir que no parece tan rácano el artista como quien le suele contratar. Y todo esto, al margen de lo justo o injusto de la situación profesional, no deja de ser algo interesante a observar en sí mismo. Incluso para aquellos que, razonablemente, alertan sobre el peligro de la gratuidad indiscriminada (con las redes sociales no puede ser de otra forma que indiscriminada) de la cultura.
Para terminar, dos cuestiones: por un lado, el anuncio de una feliz colaboración entre nuestra revista y OCAZEnigma, que esperamos que dé frutos interesantes en el futuro. Por otro, un aviso: como se puede imaginar, nuestra Agenda ha quedado inactiva. Estos días de cierre total han dejado el calendario vacío o con los eventos que ya habíamos reseñado antes de la crisis. Pero volveremos a llenarla, no le quepa duda a nadie. Confiamos en ello.
A excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, éste artículo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.