Un recurso que nos recuerda la importancia de escuchar y reconocer los mensajes que entona la naturaleza, en especial los sonidos de fauna, mediante un archivo sonoro que repasa diferentes cantos de pájaro.
En este recurso web en forma de artículo, En ritmo con la naturaleza: el reloj de los pájaros, nos encontramos ante un nuevo reto ambiental y social que nos ofrece, una vez más, el paisaje sonoro. Aunque resulte extraño creerlo, los paisajes sonoros cuentan con una poderosa dimensión, tanto social como psicológica, que apenas tenemos en cuenta y que nos descubren un sinfín de significativos y reveladores patrimonios estéticos, y, sobre todo, comunicativos.
Todo este vasto espectro de valores sensoriales, enmarcado, como no puede ser de otra manera, en el campo del paisaje sonoro, está estrechamente ligado a las dimensiones acústicas de la vida rutinaria, que atiende tanto a sus correspondientes implicaciones y connivencias estéticas, artísticas y culturales, como a las sociales y ambientales, que también quedan recogidas en la memoria sonora.
Dicho esto, de acuerdo con los resultados del proyecto En ritmo con la naturaleza: el reloj de los pájaros que nos propone la plataforma El Correo del Sol, no debe chocarnos que, igual que el reloj diario con el que cuentan las flores, los animales sigan, del mismo modo, los diversos ritmos naturales y nos ofrezcan información de considerable valor. De esta manera, los pájaros, por ejemplo, son medios que nos permiten distinguir y reconocer las distintas fases que se suceden a lo largo del día, de forma análoga a cada estación, e, incluso, advertirnos de ciertos peligros, pues cada sonido que procede de estos animales puede oírse en un instante concreto y en lugares determinados. Basta con escuchar y saber discernirlos, pues cada uno de ellos cuenta con su propio reloj biológico, que manifiesta los compases de cada jornada, los ritmos diarios, las mudas y las migraciones, así como, de manera específica, el cortejo y la cría. Pero, como se ha indicado anteriormente, no todos los pájaros cantan a la vez; dependiendo de la familia, del género y de la especie lo harán ante unos estímulos u otros, brindándonos, entre todos, un extenso y armonioso concierto colmado de referencias, señales e indicadores.
No obstante, hemos de tener en cuenta otro aspecto de capital importancia en las sociedades presentes: cómo los ritmos de la ciudad alteran y modifican los ritmos biológicos de estas aves, ya que, como parece lógico, tanto la luz como el bullicio, propios de las grandes ciudades, influyen notablemente en sus cantos y relojes internos, pues tratan de competir con la suma de ruidos que definen su entorno para hacerse oír (tráficos, griteríos, rumores, algarabías). Por esta razón, pájaros como los ruiseñores o el carbonero común que habitan en la ciudad se ven en la obligación de aumentar exponencialmente los volúmenes de sus cantos y silbidos si los comparamos con los de sus congéneres que anidan en el campo, u otros como el petirrojo o los mirlos urbanitas que han de piar por las noches o prolongar su actividad hasta 40 minutos más, respectivamente.
Sabemos que siempre la dimensión ambiental y la dimensión social han sido consideradas como disciplinas completamente autónomas e independientes, sí es cierto que con algún que otro punto en común, pero ambas contando con sus propias técnicas y metodologías particulares. Sin embargo, actualmente parece sentirse la imperante necesidad de integrar ambas esferas para que las intervenciones sean verdaderamente razonables y se estimen los objetivos de éstas, para así atender tanto a la mejora de nuestro entorno como a la calidad de vida de las personas. Pues bien, se ha demostrado que la relación y los vínculos establecidos entre las comunidades y el medio natural son una rica fuente de información y de comunicación, además de ser también un principio de complacencia, tanto sonora como ampliamente sensorial.
En consecuencia, a mi juicio, independientemente de si paramos en el campo o en la ciudad, debemos estar atentos a los detalles que nos cuenta la naturaleza, pues siempre tiene algo que decir y que merece la pena ser escuchado. Y dejar que nos deleite el piar de los pájaros y bucear en la identificación de cada canto, así como del ave que lo emite, es, sin duda, uno de esos afinados placeres.
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