Presentamos en esta ocasión un trabajo videográfico de Adrián Abril con música de Chefa Alonso, generado durante la crisis del COVID-19, y que reflexiona sobre el confinamiento a través de una serie de cartas visuales. Como es habitual en esta sección El resonador, es el propio autor el que nos introduce en la obra.
Mi idea era emplear la restricción a la movilidad como única premisa de una serie de cartas visuales. El confinamiento obliga a mirar de cerca y así despierta la extrañeza de las cosas cotidianas. Quería obedecer la misma lógica y pensé en escribir cinco relatos breves, que ocurrieran en espacios reducidos y apenas provistos de acción. Por el camino surgieron las imágenes de los movimientos corporales repetitivos y ante la ausencia de un interlocutor, las cartas tomaron forma de diario. La filmación de una rutina física ponía cuerpo a la mirada y voz al paso del tiempo.
Mientras editaba el material sentía que la música de Chefa Alonso creaba un nuevo espacio que permitía a la voz transitar con naturalidad y abría grietas en las paredes con su percusión menuda: timbales, campanas, platos y cajas chinas. Junto con las ideas de Esther Rabadán en materia de encuadre, iluminación y color creaban una atmósfera cinematográfica para un cortometraje casero.
Pienso, tras verla terminada, que esta es la mayor virtud de la obra: producir un efecto cinematográfico, a pesar de la simplicidad de su narrativa, de emplear medios no profesionales y de contar con pocas manos. Me gusta imaginar Diario como una invitación a hacer cine barato, rudimentario, clandestino. A tratar de ocupar el espacio poético del séptimo arte con las formas de la precariedad. Sin poner el foco en las imágenes estilizadas y en las altas resoluciones, sin acatar los estándares visuales del mercado.
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