En las últimas semanas gran parte de la población española se ha visto conmocionada por la erupción del volcán “Cumbre Vieja” que había estado inactivo desde su último “despertar” en 1971. Al equipo de geólogos, vulcanólogos, sismólogos y demás profesionales de este tipo de eventos debemos sumar los naturalistas –como Carlos de Hita- que han estado recogiendo registros sonoros de toda la actividad volcánica, los cuales son importantes por varias razones[1].
En primer lugar, sobre el terreno, porque pueden ayudar a los científicos a conocer un poco más la “personalidad” del volcán, su potencia e incluso prever cuándo podrá finalizar esta aparentemente interminable agonía para la fauna, la flora y las poblaciones humanas. Y en segundo lugar, porque esta recogida de datos permite insuflar más valor –si cabe- a todo el ecosistema que se ha visto afectado por el “desastre”. Comparar los retratos sonoros previos, los que se están recogiendo y los que posteriormente se podrían recoger, dará cuenta de todos los modos de habitar la isla que tendrán que ser modificados, reconfigurados, readaptados por las especies que la habitan así como también dará cuenta de todas las especies que han tenido que abandonar esa tierra o incluso han desaparecido (como es el caso de ciertas especies vegetales que han quedado arrasadas por las condiciones atmosféricas y meteorológicas producidas por la erupción).
Una isla formada por suelo volcánico y vegetación boscosa entre la que destaca el pino y la laurisilva y donde la choca piquirroja, una pequeña ave de plumaje negro y pico y patas en un tono rojizo anaranjado reina los cielos. Extensas plantaciones plataneras y granjas agrícolas en el sur contrastan con el lado más urbanizado y turístico ubicado al norte del volcán. Pero muchos de esos sonidos, cuya existencia es bien longeva, se han visto acallados por el rugido de las bocas activas que no cesan de expulsar magma y cubiertos de ceniza y de rocas que se desprenden de la ladera del “Cumbre Vieja”. En palabras de Carlos de Hita en una entrevista ofrecida a “El Día de Segovia” «hay muchas 'voces’, tanto de pájaros como de anfibios o insectos, es un paisaje sano, biodiverso, pero muchos han callado, en estos años, el concierto natural es más silencioso y eso significa que el paisaje natural está en crisis».
Tras esta crisis eco-social poco sabemos de cómo quedará configurado el paisaje –sonoro y visual- palmero pero desde luego sí sabemos que será bastante diferente. Entre todo ese ruido incesante de la naturaleza más rabiosa e impredecible a veces se pueden escuchar los graznidos de las chorvas y el respirar de los plataneros, imponiéndose la naturaleza más apacible y conocida para todos nosotros.
Referencias
El sonido del volcán, suspiro de vocanadas de explosiones. (24 de 10 de 2021). El Día de Segovia. Obtenido de https://www.eldiasegovia.es/noticia/z67ab5494-bd32-18a7-36d9fe1a96fd0e58/202110/el-sonido-del-volcan-suspiro-de-bocanadas-de-explosiones
Hita, C. d. (24 de 10 de 2021). Todo lo que esconde el rugido de Cumbre Vieja. El Confidencial. Obtenido de https://www.elconfidencial.com/medioambiente/naturaleza/2021-10-24/audio-todo-esconde-rugido-volcan-cumbre-vieja_3311377/
Paniagua, A. (4 de 11 de 2021). El discurrir de la lava evoca el rechinar de los vidrios rotos. El Comercio. Obtenido de https://www.elcomercio.es/sociedad/discurrir-lava-evoca-20211103201553-ntrc.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.elcomercio.es%2Fsociedad%2Fdiscurrir-lava-evoca-20211103201553-ntrc.html
Notas
- ^ El término fue acuñado por el compositor e investigador del sonido Raymond Murray Schaefer, pionero en la creación electroacústica y de los paisajes sonoros que desde entonces conforman un campo amplísimo de investigación y comprensión de la biosfera. Remito a su obra The tuning of the World (1977).
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