Diana Pérez Custodio nos presenta en su sección una obra reciente en la que la poesía juega un papel esencial: Un mundo sin bocas y con olor a desinfectante, dedicada a la chelista Kathleen Balfe, pieza por encargo del CNDM y el Festival de Música Española de Cádiz para ser estrenada en el marco de su Taller de Compositoras 2020.
“No hay palabras. No hay bocas. Sólo ojos que miran desde sus cuencas tratando de descifrar un futuro más incierto que de costumbre. Mientras tanto las manos mudan la piel, como serpientes en crecimiento, exhalando vapores hidroalcohólicos”. Así reza el comentario en la partitura de mi obra para violonchelo y cinta Un mundo sin bocas y con olor a desinfectante, dedicada a la chelista Kathleen Balfe por encargo del CNDM y el Festival de Música Española de Cádiz para ser estrenada en el marco de su Taller de Compositoras 2020[1].
La premisa a seguir era que la obra se inspirase en un poema que se recitaría previamente a su interpretación. En mi caso elegí un texto de Cinta Montagut, perteneciente a su libro La voluntad de los metales, que dice así:
Oigo el cuchillo azul de las sirenas
el ulular del aire sin pupilas
en el asombro de las avenidas.
Sopla el viento en la noche
que no se piensa
que no se puede ver[2].
De estos versos nace la idea de mi obra. De esa sensación desoladora de un exterior amenazante y a la vez inaccesible que encajaba perfectamente en el ambiente que tuvimos que vivir durante el confinamiento y que a todos nos marcó tan hondo. Así, la parte musical pregrabada encarna con violencia ese exterior mientras que la parte en vivo del chelo representa al ser humano que trata, con todo la fuerza de su instinto, de plantarle cara. Poco a poco el ser humano se agota, se desanima y decide cambiar de estrategia serenándose; como respuesta a ello el exterior se disuelve en el silencio para dejar paso a unos versos, esta vez míos, que con mi propia voz grabada contestan a los de Cinta:
Claro que somos pequeños, muy pequeños. Nadie se libra de eso.
Sí, nuestros cuerpos crecen, incluso a veces se reproducen.
Pero todos conservamos intacto un lugar, justo en el centro del pecho,
en el que acunarnos y acurrucarnos cuando el miedo hiela ahí afuera.
Tras ellos, el ser humano comienza a cantarse una nana, deja de hacer sonar su instrumento y, sin dejar de cantar, se levanta y se tumba en el suelo abrazado a su violonchelo mientras su voz y la luz desaparecen poco a poco.
Los elementos musicales se reducen al mínimo, confinados también ellos a sólo tres notas (La, Sib y Re) tímbricamente forzadas por recursos extremos como el pizzicato Bartok o la sobrepresión del arco.
Y permanentemente presente la voz, sin duda el líquido amniótico que con mayor naturalidad baña mi universo creativo: la voz en vivo del intérprete que se acuna a sí mismo y la voz manipulada en la cinta que comienza siendo una detonación monstruosa para desembocar en inofensivas consonantes. Toda una reivindicación de la humanidad que, a pesar de las mascarillas, sigue habitando en nuestro aliento hecho sonido.
Notas
- ^ El estreno, de la mano de su dedicataria, tuvo lugar en Cádiz el 28 de noviembre de 2020 en el Teatro del Títere de la Tía Norica, como parte del XVIII Festival de Música Española. La voz recitada para el poema de Cinta Montagut fue la de Julia Oliva.
- ^ MONTAGUT SANCHO, María Cinta. La voluntad de los metales. Málaga: La Dragona, 2006, p. 48.
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