En nuestra sección dedicada a difundir obras interesantes, proponiendo su escucha con un texto escrito por el autor o autora, damos la bienvenida a Abel Paúl, un compositor con una poética definida y peculiar. En este caso presentamos una obra realizada entre 2018 y 2019 durante su residencia en la Academia de España en Roma.

Redacción
1 julio 2023
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Tierra y Centro de la Tierra es una obra en la que se aúnan algunos de mis intereses recientes como compositor: la creación de una poética del híbrido y del espejo, así como la exploración de un espacio acústico complejo. Esta composición, escrita para clarinete, violín, viola, violonchelo y controlador MIDI fue desarrollada durante mi estancia en la Academia de España en Roma en el año 2018 y estrenada en dicha institución por el ensemble británico Distractfold.

Híbridos y espejos deformantes

En esta obra, los instrumentos de cuerda son parcialmente tratados como objetos resonantes en los que se proyectan fuentes sonoras externas. Los músicos sustituyen ocasionalmente sus arcos por altavoces transductores de superficie. Estos dispositivos transmiten la vibración (señales de audio transformadas en energía mecánica) a la superficie sobre la que son colocados, deslizados o frotados. En este sentido los instrumentos de cuerda se transforman en resonadores en los que se proyecta el material sonoro a través de los transductores. Los intérpretes colocan y frotan estos dispositivos en diferentes áreas de los instrumentos (cuerdas, cajas de resonancia, puentes, cerdas del arco, etc.). La fricción causada por los movimientos ejercidos sobre las diferentes superficies instrumentales altera el sonido emitido por estos altavoces, excitando diversos armónicos y generando una sensación de hibridación, de cruce entre materiales diversos. El sonido transmitido se combina de esta manera con los sonidos residuales resultantes de la fricción realizada.

Por otra parte, en Tierra y Centro de la Tierra, los materiales emitidos por los transductores consisten, por lo general, en pistas pregrabadas del sonido de los instrumentos que integran la plantilla. Por ejemplo: el sonido pregrabado del violonchelo se proyecta sobre sí mismo (sobre sus cuerdas y su caja de resonancia). Esto sucede de forma análoga con el violín y la viola. Desde mi punto de vista, este planteamiento aporta una capa de complejidad adicional al proceso compositivo. Los instrumentos de cuerda se transforman de esta manera en una suerte de “espejos deformantes” que modulan acústicamente y transforman su propia identidad sonora. La geografía de los instrumentos se convierte así en una superficie acústica reflectante de naturaleza variable, llena de imperfecciones, recovecos y aristas que alteran la naturaleza sonora de los materiales reflejados.

Paralelamente, se podría afirmar que, desde una perspectiva acústica, se da una relación especular entre lo micro y lo macro. El sonido proyectado a través de los transductores sobre pequeñas superficies encuentra su reflejo en el espacio arquitectónico para el que fue concebida la obra. Como se discute a continuación, la música en Tierra y Centro de la Tierra habita en un espacio físico complejo, dividido en varios niveles. Ese espacio estructura también, en cierto sentido, el discurso musical.

Bóveda y claustro: dialéctica arriba-abajo

El recinto de la Academia de España en Roma comprende diferentes espacios de naturaleza diversa: jardines, terrazas, salones históricos y dos claustros renacentistas. En el primero de estos claustros se encuentra el famoso Templete de San Pedro in Montorio de Bramante, obra imprescindible de la arquitectura renacentista. En el segundo de ellos, por el contrario, encontramos un espacio diáfano central rodeado por galerías adornadas con frescos. La peculiaridad de este segundo claustro es que está construido sobre una bóveda de época romana. Este gran espacio de forma semiesférica es prácticamente inaccesible desde el claustro y está solo conectado con la superficie a través de una discreta trampilla.

En Tierra y Centro de la Tierra decidí utilizar esta bóveda como una enorme caja de resonancia, ubicando una serie de altavoces en la misma. La instalación de dichos altavoces hubo de ser realizada por medio de cuerdas y poleas ancladas a diferentes puntos de la superficie del claustro. Para la ejecución de la obra, los músicos fueron dispuestos alrededor de la trampilla. De esta manera, el sonido proveniente del interior de la bóveda subterránea emergía en la superficie a través de dicha abertura e interactuaba con los materiales interpretados por los ejecutantes. El juego de ecos y diálogos establecido entre el ensemble y los altavoces bajo tierra va armando progresivamente la estructura de la obra. En este sentido, es importante recalcar que los materiales emitidos por los altavoces subterráneos consisten mayormente de nuevo en grabaciones de los instrumentos del ensemble. Estos materiales encuentran una correspondencia con la ejecución en vivo por parte de los músicos y, en una escala microscópica, coinciden con los sonidos proyectados en el cuerpo de los instrumentos por los transductores. De esta manera, se da una relación especular de reflejos sonoros entre la superficie y el subsuelo: una dialéctica entre el “arriba” visible y el “debajo” invisible del espacio acústico. Esta relación también tiene una ramificación de tipo organológico: los cuerpos y superficies de los instrumentos son sondeados sónicamente por los transductores mientras que la bóveda sufre un proceso análogo, pero en una escala mucho mayor. De este modo, este espacio arquitectónico se podría concebir, metafóricamente, como un instrumento adicional.

Uno de los efectos generados por el sonido emitido por los altavoces situados bajo tierra (irreproducible en la grabación de la obra) es la vibración del suelo sobre el que se sitúa la audiencia. A su vez, los transductores transmiten su vibración a los instrumentos. Me gusta pensar que esta vibración constante y subyacente es percibida físicamente por el oyente como un elemento vertebrador de la obra. Este aspecto, que añade un estrato de complejidad suplementario al proceso de escucha, es solo perceptible in situ, en el espacio concreto para el que fue concebida la composición. Por otra parte, encuentro particularmente poético el hecho de haber dado vida momentáneamente a través del sonido a un espacio que había permanecido inutilizado durante siglos, integrando su acústica particular en el entramado sonoro de Tierra y Centro de la Tierra.

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