A través de la escucha los sujetos distinguimos y actualizamos los espacios sonoros, construyendo y reconstruyendo nuestra identidad y memoria, nuestra forma de relacionarnos y nuestra manera de ser y estar en el mundo. El carácter referencial que poseen los sonidos además de incidir en la representación del espacio (Amphoux 1991 en Carlés 1997), lo hace en la conformación de las biografías sonoras (Polti 2011) de quienes lo practican y actualizan. Pero no todos los sujetos percibimos de la misma manera una misma fuente sonora, de aquí su carácter subjetivo.

Victoria Polti
1 abril 2020
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Subjetividad, identidad y memoria a través del sonido

Introducción

El abordaje del espacio sonoro[1] nos permite dar cuenta de las formas sensibles que adquieren las prácticas sociales de los sujetos en su vida cotidiana y de las interpretaciones sobre las expresiones culturales urbanas. El sonido incide en la representación del espacio, ya que contribuye a la lectura, organización e interpretación del lugar. De esta manera, el espacio configura y es configurado por los significados que los sujetos le asignan, estableciéndose conexiones múltiples, no sólo físicas sino también sociales, culturales y económicas (Lynch 1976 en Carlés 1991). Estos significados e interpretaciones del espacio urbano están en la base de lo que podríamos denominar identidad sonora de un lugar, es decir, aquello que define la relación entre el sujeto y los sonidos de estos espacios (Carlés, 1997).

Pero el sonido posee además un carácter evocador que hace posible que nos situemos o establezcamos referencias de manera contextuada. Según Steven Feld la escucha y la producción de sonidos son competencias corporeizadas que sitúan a los actores sociales y su posibilidad de agencia en mundos históricos concretos (Feld 1984).

El abordaje de este enfoque “acustemológico” (posicionar al sonido como producción de conocimiento), nos permite abordar la comprensión y complejidad de las memorias que circulan y que forman parte del posicionamiento de los sujetos y las distintas perspectivas, estrategias y agencialidades presentes en sus universos de significación a partir del sonido.

Desde un punto de vista teórico-metodológico considero relevante hacer hincapié en la escucha no sólo como objeto sino también como herramienta de análisis, proponiendo y alentando la producción de etnografías sonoras y etnofonías como formas alternativas y complementarias de conocimiento antropológico y de investigación social.

Algunos antecedentes

El sonido como objeto de investigación y análisis ha sido abordado desde muchos campos como la acústica, la pedagogía musical y el arte sonoro, la comunicación desde la semiótica, la filosofía a través de la fenomenología, y más recientemente desde la etnomusicología no sólo resituando este tópico dentro de las problemáticas asociadas al campo musical sino para ampliar sus márgenes epistemológicos.

Desde la antropología se han realizado algunos aportes relevantes a lo largo de las últimas décadas. Seguramente Steven Feld figure entre los pioneros que ha sabido temprana y sensiblemente comprender aspectos culturales y simbólicos a través de la escucha y el sonido (Feld, 1984). Otros autores han problematizado en torno al campo sonoro (Clifford, 1986, Earlmann, 2004, Samuels, David, Meintjes, Louise, Ochoa, Ana María, Porcello, Thomas, 2010 entre otros). Pero más allá de las particularidades, desde el campo antropológico nos interesamos no tanto en las cualidad físicas del sonido, sino en la escucha como práctica reflexiva, en cómo los sujetos percibimos estos sonidos y qué significados les atribuimos.

Sonido y percepción sonora

Según Gustavo Basso (2006) la categoría sonido es usada en el lenguaje cotidiano para denotar dos cosas diferentes: la onda física que se propaga por el aire y la percepción de esa onda. Según este autor en el lenguaje científico –acústica- esta ambigüedad se resuelve llamando señal acústica a la primera y sonido propiamente dicho a la segunda.

Pero además del proceso fisiológico que implica la decodificación de la información recibida por parte del sistema auditivo, el hecho de oír involucra otros niveles de cognición como la selección y la interpretación de significados.

Numerosos autores provenientes de diversos campos han problematizado en torno a la escucha (Meyer 1956, Shaeffer 1966, Schaffer 1967, Clifford 1986, Amphoux 1991, Chion 1998, Cruces 2002, Barthes 2002, Earlmann 2004, Pelinski 2007, Nancy 2007 en Sasmuels et all. 2010 entre otros). A grandes rasgos, un primer nivel lo constituiría aquella escucha general de las propiedades físicas del sonido, mientras que en un segundo nivel podemos ubicar las relaciones implicadas en el espacio sonoro (Atienza 2004, Polti 2011).

Cuando decimos que los sonidos son percibidos, muchas veces nos referimos a los sentidos. Cada sentido aporta un marco de referencia distintivo a través del cual se percibe el mundo. De esta manera, los sentidos no sólo existen en tanto mecanismos fisiológicos generando sensaciones, sino que además poseen una cualidad cultural que es la que permite mediar entre la realidad y la experiencia (Merleau Ponty 1975).

Esto quiere decir que una determinada fuente sonora o evento sonoro puede ser percibido de manera distinta por dos o más sujetos, y esto dependerá no sólo de determinadas condiciones neurofisiológicas, sino fundamentalmente por la experiencia vivida (Merleau Ponty 1945). Inclusive una misma fuente sonora puede ser percibida de manera distinta en dos momentos y/o contextos distintos por un mismo sujeto. De esta manera, los sonidos adquieren significados múltiples que van a depender no sólo del contexto sino también de la situación biográfica y el habitus de cada sujeto (Bourdieu 1987).

He propuesto el concepto de biografía sonora como aquél repertorio de sonidos producidos, escuchados y practicados por un sujeto a lo largo de su trayectoria de vida (Polti, 2014:142). Estos sonidos pertenecen al campo del espacio sonoro, excediendo la organización que supone el lenguaje musical y los paradigmas estéticos. Estos sonidos operan como marcas en la conformación de nuestras memorias y matrices identitarias, generando sentido y vehiculizando estados emocionales.

La escucha en este sentido es una experiencia sensorio-emotivo-corporal. Es sonido encarnado y en tanto experiencia subjetiva nos permite resituar el campo sonoro en la esfera misma de conocimiento, desnaturalizar nuestro entorno y sensibilizar el propio proceso metodológico en la investigación y en la creación. Se trata de una experiencia corporizada que nos sitúa como sujetos reflexivos frente a las diferentes formas de ser y estar en el mundo.

Identidad sonora

Según Carlés, el sonido puede cumplir diferentes funciones informativas, estéticas, emocionales. Una de ellas es la de contribuir a determinar la identidad de un objeto, producto, lugar o ciudad. El sonido de un motor o el cierre de una puerta de un coche, la sonoridad de un edificio o los emblemas sonoros de una ciudad pueden contribuir de manear determinante a la percepción, valoración y por lo tanto a la identidad de dichos objetos o lugares, constituyendo lo que denominamos identidad sonora.

En los últimos diez años he intentado problematizar desde la etnografía el campo del sonido y la escucha. Dos de los trabajos que tuvieron como objeto la identidad sonora vinculan dos enclaves sonoro-espaciales con configuraciones sociales de cierta complejidad cultural, histórica y simbólica. En el primer caso se trató de la reconstrucción del proceso de recuperación del Hotel Bauen por parte de sus trabajadores a través de paseos sonoros. Se elaboraron circuitos a partir de un trabajo colaborativo con los trabajadores, quienes fueron evocando y destacando espacios significativos. De esta manera se fue reconstruyendo la historia de la recuperación del espacio a partir de los sonidos evocados, los sonidos asociados al proceso de producción (cocina, lavadoras, ascensores, bombas de agua, etc.) y huellas sonoras como la rotura de candado como rito de pasaje hacia un nuevo tipo de organización cooperativa, o los sonidos de la organización y la lucha (bombos, megáfono, las continuas movilizaciones que pasan por la puerta, dado que se encuentran ubicados sobre una de las avenidas por las que suelen transitar las columnas de personas que marchan con consignas hacia o desde el Congreso).

Otro de los trabajos etnográficos orientados a la identidad sonora fue realizado junto a otros integrantes del equipo de Antropología del Sonido (UBA), y se trató de un relevamiento del barrio de Flores[2], destacando inicialmente tres enclaves: una zona de viviendas (residencial), una zona comercial y el Bajo Flores (dentro de esta última zona que en principio comparte algunas características con la zona residencial, se ubica una villa de emergencia en los márgenes del barrio hacia el sur denominada Villa del Bajo Flores o Villa 1-11-14). En este trabajo se realizaron paseos sonoros por estas tres áreas ponderando la escucha flotante[3], entrevistas no directivas (Guber, 2011: 69) a sujetos que vivieran y/o transitaran los espacios relevados, y complementamos la técnica de la observación participante con la escucha participante, entendida como “la herramienta teórico metodológica que permite abordar rutinas sonoras, acontecimientos sonoros y discursos a través del acto de oír y producir sonidos como práctica compartida por los sujetos y el investigador” (Polti, 2011: 10)[4]. El documento final fue una etnofonía, es decir un documento exclusivamente sonoro en el que se pudiera dar cuenta de las distintas formas en las que los sujetos perciben, construyen y reconstruyen los espacios por los que transitan y/o habitan.

Las entrevistas a su vez fueron complementadas por dos tipos de “pies sonoros”. Por un lado se les preguntaba de manera abierta sobre qué sonidos serían los que caracterizaban al barrio, y por otro se les hacía escuchar algunos sonidos y se les preguntaba si reconocían de qué parte del barrio se trataba. En ambos casos surgieron ciertas caracterizaciones de cada lugar que indicaban una carga de significación en la que los aspectos sonoros tendían a reforzar las percepciones sociales de estos espacios y por otro cierta naturalización de numerosos sonidos como las campanas de la iglesia, la bocina del tren o el silbato del policía en personas que pasan horas o de manera rutinaria en sitios alcanzados por estos sonidos. En dichas entrevistas realizadas aparecieron, entre otras problemáticas sociales asociadas al sonido: la inseguridad, la delincuencia, la droga (sonidos de disparos, autos, gritos, etc.), el establecimiento de talleres textiles clandestinos (el sonido constante de sus máquinas), y la presencia de “gente que no es del barrio”. A partir de algunas de las categorías como música, ruido y la carga valorativa de determinados sonidos se pudo trabajar sobre estas percepciones sociales hacia el interior de un barrio atravesado por las tensiones sociales y discursos discriminatorios.

Memoria sonora

Otra de las formas en las cuales los sujetos otorgamos sentido a nuestras formas de ser y estar en el mundo, es a través de la actualización de la memoria tanto individual como social. Uno no recuerda sólo, aun cuando las memorias personales son únicas y singulares (Jelin 2001). Estos recuerdos personales están inmersos en narrativas colectivas, que a menudo están reforzadas en rituales y conmemoraciones grupales (Ricoeur 1999).

Una de las investigaciones que más me interpeló y cuya complejidad es aún pasible de seguir siendo explorada, es aquella que inició Raúl Minsburg en la Universidad Nacional de Lanús y a la cual me sumé al poco tiempo. Se trató de “La memoria sonora en la experiencia concentracionaria en la Argentina durante la última dictadura cívico-militar”[5]. Para los detenidos que eran ingresados en estos espacios, la escucha y el sonido pasaron a ser dos aspectos fundamentales de comunicación y de supervivencia. El oído se constituyó como el sentido que primaba y les permitía mantener una conexión con el entorno. Gran parte del relato de los sobrevivientes se construye desde el sentido auditivo para describir los espacios de detención, las rutinas, la presencia de represores y de otros detenidos[6].

Como producto del análisis de material de archivo y entrevistas realizadas a sobrevivientes del Ex CCDyE “El Atlético” se llegó a definir como memoria sonora al complejo experiencial fenoménico que cada sujeto construye para dar sentido a su pasado, a través de los sonidos que percibe, excediendo el hecho físico en sí mismo. De esta manera el sujeto a la vez que conforma su biografía sonora, construye subjetivamente aspectos significativos de la memoria colectiva.

La presencia de numerosos sonidos índice han dado cuenta de la dimensión contextual, evocativa y referencial que poseen los sonidos en relación a su entorno. En el mismo sentido, ha sido la evocación de huellas sonoras los que han informado acerca del locus y/o el día o momento del día en el que se encontraban. Una de las huellas más comúnmente citadas en “el Atlético” es el caso de la pelotita de ping-pong. A partir de la presencia distintiva del sonido de la pelotita y las voces de los torturadores acompañando esta actividad “recreativa”, varios de los sobrevivientes han podido ubicar el lugar de cautiverio. Una segunda huella la constituyó la irrupción de cantos provenientes de la calle y pertenecientes a hinchadas de fútbol y la referencia a partidos específicos, y una tercer huella los discursos de Hitler que pasaban a todo volumen.

La escucha se constituyó de esta forma en un intersticio que ha permitido relacionar espacios, lugares, personas, la propia presencia, ausencias, tiempos, situaciones, recuerdos, actos, imposiciones, pequeños actos de supervivencia, ruidos, estados de ánimo, y con ello la posibilidad de reconstruir a través de la memoria –y sobre todo a partir de la memoria sonora- estos espacios, pero fundamentalmente una matriz de subjetividad que siempre conlleva la tensión entre lo individual –biográfico/autobiográfico- y lo plural.

Conclusiones

Los sonidos poseen un carácter referencial que excede los rasgos acústicos e inciden en la representación del espacio. A partir de la percepción del espacio sonoro urbano es posible abordar las dinámicas, las tensiones, y las diferentes formas en que el espacio urbano es percibido, representado, evocado y practicado.

A través de la escucha, los sujetos distinguimos y actualizamos estos espacios sonoros, construyendo y reconstruyendo nuestra memoria e identidad, nuestra forma de relacionarnos, y nuestras maneras de ser y estar en el mundo.

A través de algunos ejemplos etnográficos, se ha intentado dejar plasmado un abordaje del sonido desde una perspectiva antropológica, destacando no sólo la complejidad en la escucha como sonido encarnado, sino en las pluri-percepciones del sonido como formas sensibles de nuestro mundo social.

Una de las intenciones que subyace al presente trabajo es el interés por una teoría y epistemología del sonido que oriente nuestras sensibilidades hacia aquellas estéticas y poéticas de la vida cotidiana resituando el sonido en la esfera de una escucha activa, crítica y reflexiva.

Referencias bibliográficas

  • Atienza Badel, Ricardo (2009), La identidad sonora urbana, Tesis de Doctorado, París: Université Pierre Mendès France, y Universidad Politécnica de Madrid, CRESSON.
  • Barthes, Roland (2002), Lo obvio y lo obtuso, Barcelona: Editorial Paidós.
  • Basso, Gustavo (2006), Percepción auditiva, Buenos Aires: UNQUI Editorial.
  • Bourdieu, Pierre (1987) La práctica de la antropología reflexiva, en Respuestas por una antropología reflexiva, Buenos Aires: Editorial Grijalbo.
  • Carlés y Palmese, Cristina, (2004), Identidad sonora urbana, Centro Virtual Cervantes, Madrid. (Fecha de publicación original: 1991) . [en línea, fecha de consulta 12 de marzo de 2010]
  • Chion, Michel (1998), La audiovisión, Barcelona: Editorial Paidós.
  • Clifford, James (1986), Writing Culture: the Poetics and Politics of Ethnography edited with George Marcus. University of California Press.
  • Erlmann, Veit (2004), “But What of the Ethnographic Ear? Anthropology, sound, and the senses”, en Hearing Cultures: Essays on Sound, Listerning and Modernity, Londres: Oxford University Press, ed. Publishers Berg.
  • Feld, Steven (1984), “Communication, Music and Speech about Music”, en Yearbook for Tradicional Music, Vol. 16.
  • Feld, Steven y Brenneis, Donald (2004), “Doing anthropology in sound”, en American Ethnologist, Vol. 31, N° 4. (http://www.ucpress.edu/journals/rights.htm) [fecha de consulta 10 de marzo de 2011]
  • Jelin, Elizabeth (2001), Los trabajos de la memoria, Madrid: Siglo XXI Editores.
  • Merleau Ponty, Maurice (1993:1945 primera edición), Fenomenología de la percepción, Barcelona: Editorial Península.
  • Meyer, Leonard (1956), La emoción y el significado de la música, Madrid: Alianza Editorial.
  • Minsburg, Raúl y Lutowicz, Analía (2010) “Memoria sonora de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio”, ponencia presentada en el III Encuentro Internacional Políticas de la memoria, CCM Haroldo Conti (versión on line: http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2010/10/mesa-10/minsburg_lutowicz_mesa_10.pdf) [consultada el 13 de octubre de 2012]
  • Nancy, Jean Luc (2007) A la escucha, Buenos Aires: Amorrortu.
  • Pelinski, Ramón (2007) El oído alerta, Centro Virtual Cervantes, Madrid. (versión on line: https://cvc.cervantes.es/artes/paisajes_sonoros/p_sonoros01/pelinski/pelinski_01.htm) [consultada el 3 de marzo de 2010]
  • Polti, Victoria (2011) Aproximaciones teórico-metodológicas al estudio del espacio sonoro, ponencia presentada en el X CAAS, Buenos Aires noviembre de 2011.
  • Polti, Victoria y PARTUCCI, Hugo (2011) Sonidos en tránsito, ponencia presentada en IX RAM, Curitiba, Brasil, julio de 2011.
  • Samuels, David, Meintjes, Louise, Ochoa, Ana María, Porcello, Thomas (2010), Soundscapes: Toward a Sounded Anthropology, en Ann. Rev. Anthropology 39:329–45, New York.
  • Schaeffer, Pierre (2003:1966 primera edición) Tratado de los objetos musicales, Madrid: Alianza Editorial.
  • Schafer, R. Murray (1969) El nuevo paisaje sonoro, Buenos Aires: Ricordi.

Notas

  1. ^ He definido espacio sonoro como el conjunto de prácticas, discursos y acontecimientos sonoros que expresan las formas sensibles de la vida cotidiana en contextos determinados. A través de la escucha, los sujetos actualizan este espacio sonoro, construyendo y reconstruyendo su memoria e identidad (Polti, 2011)
  2. ^ Como parte de los avances realizados se ha presentado en el IX Congreso Nacional de Antropología la ponencia “Cartografías de la escucha: la dimensión sonora de la identidad urbana” (Polti, Victoria, Partucci, Hugo, Petit Murat, Facundo y Alvarez Litke, Martín, XI CAAS 2011)
  3. ^ método que consiste en “fundirse con el espacio para describir las dinámicas que lo inundan” (Alonso Cambrón, 2010: 29)
  4. ^ Los registros fueron realizados por medio de una cámara de video cuyas tomas de sonido son en 5.1 (surround) y grabadoras Zoom H4. El trabajo de edición fue llevado a cabo con los programas de software Adobe (Premiere) y Sound Forge.
  5. ^ A partir de 1976 el gobierno de facto instaura de manera sistemática cientos de centros clandestinos de detención en Argentina cuyas funciones principales fueron las de torturar, violar, y asesinar opositores y/o personas sospechadas de oponerse.
  6. ^ En el III Encuentro de la Asoc. Latinoamericana de Antropología (5 al 9 de nov de 2012, Santiago de Chile) he propuesto además analizar junto a la categoría de memoria sonora la noción de cuerpo como territorio de poder, posesión y resistencia, considerándolo clave a la hora de analizar las relaciones implicadas entre el cuerpo individual, el cuerpo social y el cuerpo político.

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