Presentamos a la escucha una obra del compositor Enrique Busto (San Fernando, Cádiz, 1974), Presagios del alma, para clarinete solista y ensemble, escrita en 2008 y estrenada ese mismo año en Düsseldorf, en la Partikal Saal de la Robert Schumann Hochschule. El solista fue Saori Nagasawa y la dirección corrió a cargo de Rüdiger Bohn. Como es habitual en El resonador, es el mismo autor el que nos introduce en la escucha de la obra.

Enrique Busto Rodríguez
1 septiembre 2020
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Presagios del Alma / Enrique Busto

Esta obra está inspirada en un poema del poeta Pedro Salinas, titulado Presagio. Surge como consecuencia de los estudios de composición realizados en la Robert Schumann Musikhochshule de Düsseldorf (Alemania) con el compositor José María Sánchez Verdú.

Posteriormente fue seleccionada en el concurso “ad libitum” que organiza Musik Der Jahrhunderte en la ciudad alemana de Stuttgart y fue interpretada en dicho festival el 27 de Julio de 2009 por la Jugendsinfonieorchester Tübingen, con Ulrich Kern a la dirección, en el Stuttgarter Theaterhaus. Esta pieza forma parte de un catálogo creado para disposición de todas las Hochschule de Alemania.

En esta obra se trabaja el aspecto espacial tanto en el aspecto acústico como visual del espectador, pues uno de los intereses del compositor es meter dentro de la música al público, de tal forma que forme parte activa del discurso sonoro. Además de la disposición de la orquesta –las trompetas se sitúan en un nivel superior al escenario-, el clarinete solista parte de una posición inicial detrás del público, y durante la obra se trasladará al escenario, en una cadencia que a través de repeticiones de células muy similares actúa de manera hipnótica sobre el espectador, focalizando distintos puntos de percepción sonora. Esta disposición está pensada para la sala de conciertos donde se estrenó: la Partika Saal de la Robert Schumann Musikhochshule de Düsseldorf. Otro ejemplo del juego con el aspecto visual ocurre al final de la pieza, en los dos últimos compases, donde el compositor pide a los intérpretes que sólo hagan el gesto de tocar pero sin sonido.

Este planteamiento confiere cierta fisonomía “palimpsestuosa” a la obra, conjugando diferentes niveles de percepción y de interrelaciones entre los diversos estratos. El Ensemble actúa en muchos momentos como un único instrumento, de tal manera que los diferentes gestos están directamente interconectados y se mueven como si se tratara de un oleaje sonoro. Oleaje en el cual el clarinete solista se mueve tomando un rol principal pero en algunos momentos se influencia de estos gestos y forma parte de la textura del Ensemble. Como si de un caleidoscopio se tratase, los materiales van transitando y combinando de diferentes maneras pero siempre conservando su naturaleza original.

En esta pieza el vistuosismo del solista debemos entenderlo no de una manera tradicional, en el que se desarrolla la destreza técnica, en este caso es un virtuosismo más refinado, en cuanto al timbre y a los diferentes colores que se pueden extraer del instrumento.

La utilización de nuevas técnicas instrumentales amplía el refinamiento tímbrico de los materiales musicales empleados.

La percepción sonora se vuelca en su aspecto más fisiológico, en una forma de comunicación directa basada en la intuición, en la expresividad y en la sugestión a través del sonido.

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