El multitudinario concierto de Love of Lesbian a finales de marzo en Barcelona, con estudio adosado, parece que abre la puerta a otros macro eventos que se están ya planteando en diferentes lugares de España.

Ya está, todo solucionado. El multitudinario concierto de Love of Lesbian a finales de marzo en Barcelona, con estudio adosado, parece que abre la puerta a otros macro eventos que se están ya planteando en diferentes lugares de España. Claro, la noticia es muy vistosa y su situación en el contexto del mercado más salvaje, hace que se obvie cualquier reflexión en torno al tema. El vínculo actual entre festival pop y turismo en el verano que se avecina hace imposible que los sectores económicos implicados aguanten un minuto más sin activarse. Basta un único estudio científico para determinar que ya no hay peligro, que el COVID-19, en estos contextos, con determinadas precauciones, no ha lugar. Que estábamos confundidos. Todo este tiempo sin macro conciertos, para nada.
Acordémonos por un momento del jaleo que se armó en el Teatro Real en septiembre del año pasado cuando se denunció la falta de distancia entre los espectadores. Abucheos y protestas forzaron la suspensión de la función de Un Ballo in maschera. Al margen de la polémica en uno y otro sentido que generó esta noticia, ¿ha cambiado realmente la situación o estamos flipando en colores?
No se trata de cuestionar la validez científica del experimento del concierto de Love of Lesbian sino de observar cómo se trata en buena parte del ámbito mediático, sectorial y político. Desde el mismo entorno científico del estudio se reconocen agujeros importantes, como la posibilidad de que se colaran falsos negativos y la dificultad de determinar con exactitud de dónde proceden los posibles contagios. Es cierto que los casos detectados son, porcentualmente, la mitad de la incidencia en la población de Barcelona en el mismo grupo de edad y misma fecha, pero ¿supone esto la calificación de estos actos públicos, como algunos medios lo hacen, de libres de peligro? ¿Se está alguien agarrando a lo primero que brilla un poco para justificar una vuelta a la normalidad en un contexto que afecta bastante a la visibilidad pública? Y, sobre todo, ¿cómo se come esto en relación a las medidas que se toman actualmente en los teatros y otro tipo de conciertos no tan masivos?
El problema radica en la falta de rigor y las incongruencias con las que medios y políticos abordan, desde el inicio de la pandemia, las medidas que necesariamente hay que llevar a cabo en una situación así. Mientras desde un contexto no científico –la población general- se sigan viendo estos vaivenes, será imposible creer nada ni a nadie. Entretanto, miles de profesionales de las artes escénicas siguen vapuleados, sin ayudas y sin trabajo. Si el estudio del concierto del Palau Sant Jordi de Barcelona pasa de ser un signo alentador a dejarnos tranquilos, mal vamos.
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