En esta ocasión vamos a desvelar en qué consiste un proyecto interesantísimo en lo que a paisajes sonoros se refiere: World Sounds (2014). Esta iniciativa tuvo sus orígenes en el año 2008 cuando un técnico de sonido llamado Colin Hunter se decidió, a su manera y con las herramientas de las que disponía, a enfrentarse a la desaparición absoluta de los paisajes sonoros de los que era espectador.

Paula Román Cañamero
1 marzo 2022
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La intención de Hunter es que la vorágine de ritmo vital del que somos presos tanto a nivel interno –dentro de la subjetividad de cada individuo- como a nivel externo –en tanto que sociedad que modifica con sus acciones el medio que habita- no haga desaparecer la sensibilidad hacia lo que late por debajo de nuestra vida pero también dentro de ella, dándole una esencia que, lejos de ser estable y cerrada, se va y la vamos conformando continuamente.

Así, lo que comenzó como la mera recogida muestral de grabaciones sonoras se materializó en un repositorio web de acceso gratuito llamado “World Sounds” y al que se puede acceder en el siguiente enlace: https://www.world-sounds.org/map/ (recomiendo visualizarlo preferiblemente desde un ordenador para poder hacer más completa la visita).

Este repositorio, además de las muestras sonoras, contiene unas líneas adjuntas a cada una de ellas con lo que ella ha significado para Hunter. De este modo, no solo recoge y clasifica los datos sin más, pecando de cierta “historiografía” (aunque el discurso que subyace a su proyecto dista de dar fruto a relatos históricos) sino que les da vida a través de la experiencia personal y directa que la escucha de esos paisajes ha significado para él.

El repositorio, en cuanto a su uso, es bastante intuitivo y tiene una interfaz sencilla; los sonidos se almacenen en “Sound Cloud” (Fig. 1). La pantalla principal ya nos ofrece un mapa interactivo donde es posible navegar por todas las muestras recogidas hasta el momento, así como una leyenda con las distintas etiquetas o categorías de clasificación (“natural”, “urbano”, “mercados”, “iglesias, mezquitas y templos” y “transporte”) pudiendo seleccionar una sola categoría o varias de ellas a la vez para visualizarlas en el mapa.

Fig. 1

Si seleccionamos cualquier categoría, aparecerán en el mapa solo los marcadores que señalizan las muestras de ese tipo. Pero no solo es posible navegar en ese mapa, pues podemos filtrar también por áreas geográficas en el menú de la esquina superior derecha. De este modo, hay dos flujos de selección, o bien por su forma o aspecto sonoro o bien por el área geográfica en la que fue recogida esa muestra. Dentro de cada apartado del menú podemos acceder a un mapa sonoro más concreto y hacernos una idea de cómo suena el parque de gorilas de Uganda o un restaurante de la India muy frecuentado, o las campanas de la Catedral de Notre Dame en París.

A cada muestra le acompañan unas palabras de Hunter sobre la experiencia que supuso para él recoger esos datos pero también sobre vivencias personales vinculadas a esos sonidos, lo cual enriquece enormemente este repositorio. Como mencioné anteriormente, la musicología no debe pecar de hacer mera historiografía cuando se trata de narrar la historia del sonido. Al fin y al cabo, los paisajes sonoros –así como cualquier producción cultural– están insertas en unas condiciones materiales que la conforman a la par que esta moldea dichas condiciones, dándose una afectividad bidireccional.

Es por esto por lo que considero sumamente importante la labor de Colin Hunter y de todas aquellas personas que trabajan en la recogida de paisajes sonoros, y en la creación de repositorios de este tipo (como el Mapa Sonoro de México o el “Sound of the forest” sobre el que se escribió en https://sulponticello.com/iii-epoca/la-importancia-del-sonido-sound-of-the-forest/). Es una forma de revalorizar los paisajes ante las atrocidades de las que directa o indirectamente, son víctimas, bien por la acción del hombre que decide desforestar un paraje natural o derribar un edificio emblemático o bien a consecuencia de un desastre natural (como es el caso de la isla de La Palma (España) tras la erupción del “Cumbre Vieja”).

Pero también es un modo de preservar el recuerdo de aquellos espacios, urbanos o naturales, que con el paso del tiempo irán cambiando o desapareciendo; es modo de aliviar la sensación de nostalgia producida por la confrontación entre la memoria de un lugar y aquello en lo que dicho lugar se ha convertido.

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