Quartetti per archi: Sommer, Kalabis, Kubik. Panocha Quartet. Supraphon 1111 3613 (LP, 1985); descarga digital/cd (2015) disponible para su compra en qobuz.com.

Tom Moore
1 julio 2022
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Esta colección de cuartetos de tres compositores checos es un documento del estado de la música contemporánea en Checoslovaquia hacia el final del periodo comunista. El Cuarteto Panocha, formado en 1968 en el Conservatorio de Praga, grabó relativamente poca música nueva, siendo más propenso a grabar Dvorak, Smetana o Fibich. La edición original en LP procede de grabaciones realizadas en junio, septiembre y diciembre de 1983.

Viktor Kalabis (1923-2006) fue prolífico, produciendo siete cuartetos de cuerda entre 1949 y 1993; el nº 2, que se escucha aquí, es de 1962. Vladimir Sommer (1921-1997), de la misma generación, produjo dos, siendo el primero, en re menor, de 1957. Ladislav Kubik (nacido en 1946) también produjo dos, la primera de las cuales era prácticamente nueva en el momento de la grabación, escrita en 1981.

Las dos primeras obras distan mucho de tener una forma convencional.  El Kalabis op. 19 casi sugiere música de programa, o la banda sonora de una película. El Adagio molto quieto inicial (marcado como Prolog) va a la deriva, con rastros difusos de motivos y sin dirección armónica. El Allegro molto central sugiere fantasmas, brujas volando o cualquier otra criatura sobrenatural, con rápidos tresillos (¿12/8?) volando. El Epílogo vuelve al efecto sepulcral del Prólogo, también adagio. El conjunto sugiere una visita al más allá, a través de un cementerio.

El cuarteto Kubik (en un solo movimiento) es sorprendentemente similar en cuanto al estado de ánimo. Sería más claro, quizás, describirlo como una secuencia de múltiples mini-movimientos que llevan de un momento emocional al siguiente, con el mayor de ellos en el centro de la obra, con un contrapunto frenético que culmina en enfáticas declaraciones de acordes. Le sigue un adagio pianissimo que recuerda la apertura.

Revisé el cuarteto Sommer en el contexto de una reedición que contenía los dos cuartetos Sommer, donde dije (en parte, sobre el primer movimiento) que toda la atmósfera es mucho más francesa que centroeuropea, y asimismo el material temático secundario parece convocar una ensoñación erótica, con el violín elevándose en forma de repetidos suspiros. La escritura para las cuerdas es extremadamente eficaz (el instrumento de Sommer era el violín) y la música está llena de escritura contrapuntística y contramelodías. El melancólico final del pp se aleja en lugar de resolverse.

En definitiva, la colección presenta tres obras muy atmosféricas, lejos de ser vanguardistas, pero que serían bienvenidas en cualquier ciclo de música de cámara contemporánea. Sin duda, habrían sido una escucha indirecta hace cuarenta años, y lo siguen siendo hoy.

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