Llegadas las vacunas a España y vacunada una parte importante de la población europea, llega la hora de preguntarnos hacia dónde vamos.

Redacción
1 junio 2021
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Lo que no se le puede negar a esta pandemia es tener al ciudadano inmerso en una especie de situación maniaco-depresiva en la que parece que lo que escucha un día no se corresponde con el siguiente, es más, puede resultar hasta opuesto. Algo extremadamente amplificado por una clase política que no da muestras de la mínima responsabilidad en la comunicación y unos medios de comunicación generalistas que han dejado de informar para agarrarse a los titulares y hacer un verdadero batiburrillo entre política, economía de hoy a mañana y situación sanitaria.

Pero las vacunas han llegado y, con ellas y un aumento exponencial en la distribución, viene también la sensación –como decimos, muy distorsionada por medios y políticos- de que está a la vista lo que fuimos hace dos años, la vuelta a la normalidad. Pero esto no parece tan sencillo, muchas cosas han cambiado y, como suele ocurrir en crisis tan profundas como la que estamos viviendo con el COVID-19, nunca se vuelve al punto donde lo dejamos. Al menos, no exactamente ni en todo.

En el plano musical, se anuncian temporadas con un generalizado “parece que…” o “supuestamente no habrá problema…”. La explosión de la hostelería y el turismo, que inunda cada capa de la epidermis de este país, como si ese mañana no existiera más que para los empresarios de estos sectores, hace que el resto de actividades estén a verlas venir. No parece que nadie se ocupe de otra cosa que no sea abrir más espacio para la terraza del bar, reactivar el ocio nocturno o traer británicos a las islas dependientes del turismo al margen de si vienen con acompañante indeseado, con forma de cepa viral. ¿Es posible que vivamos en un país tan dependiente de estas actividades? ¿Realmente no tienen peso otras? No nombraremos la cultura o, más específicamente, la música, porque en este contexto alguno podría incluso preguntar “¿eso, qué es lo que es?”.

Esperemos que, una vez los supuestamente afectados de primera categoría –hosteleros y empresarios del turismo- se estabilicen medianamente, alguien se ocupe del resto y, al menos, se ponga un mínimo foco sobre algo que no sea el comer, beber e ir a la playa. Porque, ahora mismo, una voz que dijera “¡eh, que estamos aquí!” se perdería entre las que anuncian el incremento en el número de comensales y la cantidad de turistas diarios que han arribado a Mallorca. Aun así, la vida sigue y se presentan temporadas de conciertos, festivales y óperas de nueva creación. E incluso algunos intérpretes del país reciben prestigiosos premios internacionales y fallecen compositores muy relevantes, aunque de esto casi no hablen los medios. Ni que decir tiene que el Ministro del ramo ni se le ve ni se le espera en estas ocupaciones, para no desentonar con su trayectoria. Con el fútbol tiene trabajo de sobra.

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