Reseña del primer concierto del ciclo SoniArt 2023 en el MACA de Alicante, dedicado al compositor Gabriel Erkoreka e interpretado por el Lumina Ensemble y Montserrat López Montalvo.

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Joan Gómez Alemany
1 abril 2023
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El 11 de febrero se inició el ciclo de conciertos SoniArt 2023 organizado por la Asociación Cultural Música de Hoy (ACMH), la Concejalía de Cultura de Alicante y el Museo de Arte Contemporánea de Alicante (MACA), en donde colabora como músico residente el Lumina Ensemble. Una apuesta muy relevante en esta ciudad hacia la música de nueva creación que ya cuenta con dos ediciones previas. Además, esta modalidad no es muy común, dado que suelen existir festivales de música contemporánea concentrados en pocos días, pero hay muy pocos ciclos que se expandan a lo largo del año para crear una programación y un público estable. Citemos directamente las palabras del Lumina Ensemble para entender mejor esta propuesta: SoniArt 2023 se presenta con la intención de consolidar un ciclo de conciertos dedicado a la promoción de la música de nueva creación entre el público que aprecia y está atraído por el arte actual. Su realización en el MACA obedece a la idea de la contextualización de unas músicas conectadas en el tiempo que nos predispone hacia una mayor receptividad del acontecimiento artístico. Estas palabras las hemos extraído del muy detallado y extenso libreto informativo que se puede recoger en la entrada del museo.

El Lumina Ensemble consiste en un cuarteto de saxofones integrado por José Antonio Suay, Javier Carrillos, Isaac Verdú y Pablo de la Fuente. Aunque empezó a realizar conciertos en fechas recientes (2021), un buen número de compositoras y compositores relevantes ya le han dedicado sus obras, como Jesús Torres, Zulema de la Cruz, Eneko Vadillo, Sonia Megías, Olivia Carrión-Arteta, José del Valle, Iluminada Pérez, Ximo Cano, David Leal y Sara Blanco. En este SoniArt 2023 habrá que añadir el nombre de Maria Eugenia Luc. El primer concierto de este año fue dedicado monográficamente a Gabriel Erkoreka, el 18 de marzo a José del Valle, el 30 se setiembre a Maria Eugenia Luc y el último concierto del ciclo será una miscelánea de diversas compositoras como Iluminada Pérez, Sara Blanco, Carmen Verdú y Ángela Gómez.

Junto al Lumina Ensemble, Gabriel Erkoreka explicando su música al público

Una característica muy original y digna de imitar, es que Lumina Ensemble al realizar un concierto, no solo piensa en acercar sonoramente la nueva creación al público general, sino también quiere hacer pedagogía con esta música. Por ello, previamente a la interpretación de cada obra el compositor invitado explica brevemente cuál es su significado, origen, qué técnicas utiliza, etc. Anteriormente también se le hace una extensa entrevista que está abierta al público, además de grabarla para poder luego verla en el canal de YouTube de Lumina Ensemble. De esta manera la música de creación actual es acercada al público desde un método muy próximo y entendible, porque ¿no es el mismo creador de la obra quién la conoce de manera más natural e íntima?

Al explicar el mismo compositor frente al público sus obras en un marco próximo y amigable, fuera de todo distanciamiento académico o lenguaje especializado, los oyentes pueden ser muy variados y no pertenecer a una élite de expertos. Así se difunde mejor la música de nueva creación, que desgraciadamente suele estar en los márgenes adquiriendo un papel minoritario. Esto se debe a que nuestra sociedad tiene como prioridad y regla el mercado mayorista y la dictadura de las cifras elevadas, en contraposición a un trabajo de calidad y exigencia artística. Como muy bien podemos leer en el libreto: SoniArt es una apuesta decidida por unas músicas minoritarias, que no elitistas, y que han sido creadas por colectivos que no han tenido la visibilidad adecuada para que sus trabajos sean valorados por el público. Las trayectorias de compositoras y compositores que por su procedencia son tradicionalmente olvidados, o artistas locales a los que injustamente no se les ha prestado la atención debida, pero que tienen un alto valor artístico por la calidad de sus trabajos y que son tratados con especial sensibilidad en esta programación.

Dicho todo lo anterior, se puede observar ya la constante labor de Lumina Ensemble a lo largo de su reciente existencia, por realizar un planteamiento novedoso y que respalda con gran valentía la música de nueva creación. Estamos seguros que, por su profundo trabajo y el éxito de sus propuestas repletas de público, sin duda a la formación alicantina le espera un futuro prometedor. Repasando su trayectoria, Lumina Ensemble inició SoniArt 2021 el 16 de octubre con un monográfico de Jesús Torres, el 20 de noviembre le siguió otro de Zulema de la Cruz y finalizó el 18 de diciembre con Samuel Cedillo[1]. El siguiente año, SoniaArt 2022 empezó el 29 de enero con un monográfico de Eneko Vadillo, el 9 de abril con Olivia Carrión, el 15 de octubre con Sonia Megías y finalizó el 17 de diciembre con Voro García.

Luego de introducir brevemente el Lumina Ensemble y el SoniArt, se pasará a reseñar el primer concierto monográfico del 2023 que se le dedicó a Gabriel Erkoreka. Durante este tomamos varias notas que reescribiremos aquí, además de completarlas con otra información y analizar de manera general cada una de las piezas escuchadas en vivo.

Aplausos finales a Lumina Ensemble, Montserrat López Montalvo y Gabriel Erkoreka

Duduk II (2000)

SoniArt 2023 se inicia con Duduk II, la obra más temprana de Erkoreka que escucharemos en este concierto. Escrita hace más de dos décadas, esta composición evoca la música armenia y especialmente su instrumento llamado duduk (como remarca el título de esta pieza). Este, parecido a un oboe, es un instrumento de doble lengüeta extraído de la madera del albaricoque. Su sonoridad muy tierna y cálida le acerca a la voz, además comparten algunas técnicas como los melismas, el "bending" y variaciones microtonales, que tipifican la música tradicional del instrumento armenio. En el concierto, el Lumina Ensemble nos deleitó con su excelente interpretación de Duduk II, certificando que más allá de ser unos grandes intérpretes en el lenguaje habitual de la música contemporánea, también pueden tocar otras músicas diferentes, que, fusionándose con la anterior, recurren a bellas melodías tradicionales con sus peculiaridades tímbricas.

Erkoreka con esta composición se toma el interesante reto de transmitir la música típica del duduk a un cuarteto de saxofones, estableciendo unas dualidades originales. El saxofón como instrumento más bien moderno y actual, en oposición a las raíces de la música duduk que se remontan a los tiempos del rey armenio Tigran el Grande (95-55 antes de C.); uno que utiliza una sola caña con embocadura, otro de doble lengüeta; uno construido de metal, otro de madera; el saxofón emparentado con músicas propias de su reciente origen, como la música de banda, clásico-moderna, el jazz y la contemporánea, en contraste con el duduk que representa una música tradicional y de origen lejano. En definitiva, Erkoreka plantea en esta composición un desplazamiento o recontextualización de lo antiguo en lo moderno. Esta idea vertebrará otras obras del concierto dándole una gran coherencia, tanto a este, como a la música del compositor.

Duduk II se inicia de manera muy calmada y serena, evocando con el saxofón soprano (del cuarteto de saxos el único formado por un solo tubo rectilíneo, al igual que el duduk) la música armenia con sus reconocibles características (modalidad, microtonalidad, ritmos libres, melismas, ornamentación, etc.). Mientras, el resto de instrumentos realizan un bordón que enseguida recuerda la textura típica de otras músicas tradicionales y sus instrumentos característicos (paradigmáticamente se puede señalar la música celta y la gaita). Rápidamente la melodía iniciada en el saxofón soprano, se mueve por los otros saxos resaltando la esencia camerística del cuarteto, en contraposición a la música más bien solística del duduk. La composición progresivamente va evolucionando desde esta textura inicial, que como un sereno horizonte evoca poderosas imágenes de tiempos pretéritos, para ir por medio de nuevas texturas más contemporáneas y rápidas, hacia el lenguaje de la música de nueva creación. Todo ello tensa de manera dialéctica la dualidad entre lo viejo y lo nuevo que recorre multitud de aspectos en esta obra.

Por último, la pieza finaliza con un interrogante al tocar los instrumentos un muy breve motivo ascendente. Este, como una pregunta, suspende el discurso al igual que un bello suspiro. Erkoreka no opta por una clara cadencia (lo que sería propio de la música tradicional del duduk), sino utiliza un recurso peculiar para hacernos reflexionar sobre el significado de esta pieza y otras cuestiones que el oyente se puede plantear.

Lumina Ensemble interpretando Duduk II

Muraiki (2008)

Como la anterior, esta obra sigue la misma operación de re-contextualización de un instrumento antiguo a uno actual. En este caso, la flauta japonesa shakuhachi a la flauta baja. Muraiki (según contó el compositor significa soplido imperfecto en japonés), es una obra larga y de gran complejidad, que fue interpretada brillantemente por la flautista Montserrat López Montalvo. Cuando pensamos en el shakuhachi, nos viene a la mente su áspera embocadura con sus característicos sonidos mitad aire mitad tono, que evocan el ciclo de la respiración. Esta, es un componente muy importante en la música japonesa porque metafóricamente puede transmitir su concepción del tiempo circular (propia de algunas culturas orientales), frente al sentido lineal del tiempo en occidente. Otra característica de la música interpretada por la flauta japonesa, son sus constantes giros e impulsos algo violentos, que, como ráfagas de aire, cortan el sereno paisaje sonoro propio del shakuhachi. Generalmente la música de shakuhachi es de ritmo libre y conectada con la pausada atmósfera de la naturaleza, al estilo de los hermosos paisajes que podemos ver en la pintura japonesa. Algo totalmente contrapuesto a una música industrial, propia de nuestras aceleradas y frenéticas urbes, que podría ejemplificarse en la música techno con su rápido pulso dentro de una métrica muy marcada.

Apuntada de manera simplificada y breve la música típica del shakuhachi, Muraiki de Erkoreka, transita también por las características de este instrumento, pero como ya se indicaba en la obra anterior, desde una perspectiva propia de la música de nueva creación. La flauta baja (que subvierte el registro original del shakuhachi transportándolo a los graves) es trabajada por el compositor explorando multitud de posibilidades, como el uso de pizzicatos (sonidos percutidos y secos al estilo del nombre que evoca la técnica de los instrumentos de cuerda), notas mezcladas con diversas proporciones de aire (la flauta baja es más apta para estos sonidos dado su gran tamaño que amplifica y resuena mejor el aire, en comparación con los otros instrumentos más pequeños de su familia), el uso de la voz mientras se toca (hibridando sonoridades), etc. Muraiki, crea como un canto en angulosa polifonía, al potenciar simultáneamente el registro agudo junto al grave, rompiendo los motivos y expandiéndolos en estas alturas contrapuestas. De esta manera, el oyente parece percibir como dos instrumentos en uno solo. Una técnica que ahora contextualizada en el siglo XXI, evoca las obras a solo de Bach, que magistralmente exploran esta simulada polifonía en un instrumento monódico.

Muraiki de Erkoreka, construye de manera excelente diferentes estratos temporales, porque elabora su arquitectura mediante diversos ritmos formales puestos en una amalgama plural. Podemos encontrar diferentes relaciones entre secciones agitadas frente a otras muy serenas, partes violentas con un sonido cortante con otras que la música se detiene bruscamente creando silencios extensos y muy evocadores, igualmente el tiempo estático evoluciona hacia otro dinámico y muchos otros recursos constructivos que nos hacen escuchar una música muy actual, aunque remita a la tradición del shakuhachi. La obra termina disolviendo el sonido para acariciar y fundirse con el silencio, pudiendo transmitir esa profunda idea budista de la vacuidad, tan afín a la filosofía zen; como la eliminación de las dualidades contrapuestas resaltando la unión de los contrarios. Así, sonido y silencio serían complementarios como el yin y el yang.

Montserrat López Montalvo interpretando Muraiki

Yidaki (2006)

"Seguimos el viaje", fueron las palabras que Gabriel Erkoreka pronunció al introducir esta obra. Yidaki, con el mismo planteamiento de las obras anteriores, evoca ahora el didgeridoo de los aborígenes australianos. Formado por la madera del eucalyptus, su sonoridad ancestral e hipnótica (como una música minimalista drone), parece recordar el canto salvaje de algunos animales. Este instrumento, aunque posee varias dimensiones y registros, suele ser tipificado en su sonoridad grave que se obtiene gracias a su extensa longitud cónica. Por medio de una sola nota pedal, el didgeridoo sin agujeros ni llaves que modifiquen su afinación (es decir, su longitud de tubo), puede producir diversos armónicos del pedal. De esta manera incluso consigue ser un instrumento multifónico, ya que podemos escuchar simultáneamente el sonido base (o fundamental) junto a los sonidos de su serie armónica. Esta técnica funciona sobre todo en los instrumentos graves, dado que pueden emitir una nota en el registro bajo a la que se le superponen otras más agudas. Es por ello que Erkoreka para evocar el didgeridoo escoge el saxofón barítono (el más grave del habitual cuarteto de saxofones).

Como relataba el compositor, en Yidaki encontramos tanto sencillas melodías diatónicas tomadas de la cultura australiana, como complejas secciones que utilizan la respiración circular y están compuestas por sonidos que se acercan al ruido. Esta amalgama de estilos con sus cambios de técnicas, requiere poseer una notable destreza para interpretar esta composición; algo que exitosamente superó el saxofonista de Lumina, Isaac Verdú, al demostrar ante el público su buen dominio del instrumento. Las sonoridades del didgeridoo pueden ser representadas en el saxofón barítono por medio de los barridos de armónicos. Este recurso que necesita gran potencia y emitir un sonido fuerte con mucha presión, es complementado con el canto del intérprete, como también gritos y percusivos "slaps". Así se genera una música muy dinámica e incluso a veces agresiva, que agita el oído y lo transporta a un universo mágico y ritual.

Estas tres piezas mencionadas, marcarían como una primera parte del concierto por su unidad estilística y programática. Es evidente el gran interés de Erkoreka al trabajar la interculturalidad, tomando como inspiración la música tradicional o folklórica, para contextualizarla en la música contemporánea, un lenguaje más bien internacional que local. Pero estas diferencias territoriales o geográficas, no se oponen en nuestra concepción actual de un mundo que respeta tanto lo global como lo local, generando esa unión a veces conceptualizada como "glocal". Hay que añadir que Erkoreka no solo se interesa por este tipo de músicas fuera de su tierra, sino también ha trabajado en otras obras suyas el folklore vasco propio de su lugar de origen.

Isaac Verdú interpretando Yidaki

Quartz (2021)

La segunda parte del concierto (todo y que esto no se explicitó por medio de una pausa o cualquier signo de este estilo), se centraría ya no en lo intercultural (asociado con la tradición, lo social, la subjetividad, etc.), sino más bien en lo formal, geométrico o físico (en cierta manera contrario al anterior, siendo un campo objetivo, científico, racional, etc.). Como nos contó Gabriel Erkoreka, hay que tener en cuenta que en su juventud estudió física, aunque luego se dedicara a la música plenamente. Quartz, la obra más reciente de este concierto, está escrita para flauta piccolo. También interpretada por Montserrat López, como fácilmente se puede intuir por el título, este remite al nombre del mineral. La obra se relaciona con otra de Erkoreka con la misma temática mineral y titulada Pyrite (para vibráfono solo).

Quartz (encargada por la Royal Academy of Music para su Bicentenario), es una composición que se construye de manera rigurosa, fijando un pulso inicial y constante de negra por sesenta (es decir, el pulso del reloj). A partir de esta estructura que podríamos conceptualizar como "geológica", los diversos motivos musicales (o fórmulas físicas, siguiendo con las metáforas), van tejiendo una pieza de gran agilidad, que resalta el carácter virtuoso y brillante del piccolo. Este pulso constante, poco a poco se va desfigurando, al crear una sensación de urgencia e intranquilidad por medio de escalas veloces, motivos angulosos, "frullato", "tongue-ram", como también violentas sonoridades en el registro ultra-agudo del piccolo. No obstante y en contraste, también se puede escuchar a lo largo de la obra momentos de pausa y tranquilidad, sobre todo cuando la flauta emite unos muy suaves "whistle tones".

La "composición mineral" de la obra, la podemos detectar en cómo su creador va transportando ciertos motivos de manera gradual, enfatizando el aspecto numérico y geométrico de la música, que tanto se conecta con la ciencia. Esta obra con su fría objetividad y que tanto contrasta con el sentido humanista y cálido de las anteriores, da paso a la última pieza. Esta, en cierta manera el clímax del concierto, prosigue la relación entre música y física.

Montserrat López Montalvo interpretando Quartz

Swirls (2018)

El segundo cuarteto de saxofones, contrasta de manera evidente con el anterior, no solo porque entre el primero y el segundo han transcurrido 18 años de evolución creativa, sino porque sus estéticas son muy diferentes. Swirls, que en inglés significa remolinos, es una obra más difícil y larga que Duduk II. Lumina Ensemble de manera inteligente y con un buen planteamiento estratégico, optó por finalizar el concierto con esta pieza muy virtuosa y exigente para los músicos, tanto en términos rítmicos, como tímbricos y energéticos. Prueba que superó de manera más que notable, ya que la pieza sonó de manera excelente y el público le dedicó un muy prolongado y fuerte aplauso.

Los remolinos parecen ser entidades caóticas e imposibles de predecir, sin duda, nuestra percepción humana no puede encontrar recurrencias y fórmulas que nos aporten un patrón repetitivo con el que esquematizar y abstraer su funcionamiento interno. La teoría del caos es la rama de la matemática, la física y otras ciencias (biología, meteorología, etc.) que analiza ciertos sistemas complejos al estilo de los remolinos. Gabriel Erkoreka, toma como inspiración este elemento para desarrollar Swirls. Una pieza que parece explorar cómo las pequeñas micro variaciones pueden resultar en tormentosos cambios, que no parecían ser predecibles observando sus construcciones iniciales. Swirls, siguiendo la estela matemática de Quartz, crea un complejo entramado rítmico, aún más, al tener la instrumentación del cuarteto, que resalta el enrevesado contrapunto entre todos los instrumentos. Se ha de tener en cuenta que Gabriel Erkoreka estudió en la Royal Academy of Music de Londres donde realiza un posgrado de composición con Michael Finnissy, uno de los grandes compositores asociados a la New Complexity. Como indica su nombre, famosa por su gran complejidad (especialmente la rítmica).

Lumina Ensemble interpretando Swirls

Este cuarteto de saxofones despliega un gran número de técnicas instrumentales, en un contexto bastante agitado, como es lo propio de los torbellinos. Podemos escuchar multitud de trinos, grupetos, acentos muy marcados con esforzandos, sonidos con más y menos aire, "teeth on the reed", "bisbigliando", "slaps", y un largo etc. Sobre todo se puede resaltar diversas texturas que transmiten la imagen del remolino, como cuando Erkoreka contrapone masas sonoras con diversos volúmenes de velocidad y densidad, utiliza diferentes tipos de crescendos resaltando la presión del sonido, barridos de armónicos y multifónicos, graduaciones microtonales ascendentes que transmiten la idea de una acelerada fórmula progresiva, como también la radical contraposición entre un unísono de todos los saxofones (con ciertas irregularidades microtonales que tensan esta línea horizontal) para de repente hacerlo estallar en una vertical y muy densa sonoridad al estilo de un "cluster". Todas estas técnicas explicitan poderosamente el flujo de energía que recorre todos los saxofones, enfatizando el trabajo meta-instrumental, ya que, aunque podemos escuchar cada línea, lo que se busca es fusionar los cuatro saxofones en uno solo.

Con esta última pieza de gran exigencia técnica, se termina el exitoso concierto que casualmente o no, tiene una arquitectura muy interesante, en 2 partes contrastantes y con 5 piezas ordenadas simétricamente (cuarteto de saxos / flauta / saxo / flauta / cuarteto de saxos). Esto se debe, por un lado, al buen trabajo en la programación que realiza el Lumina Ensemble y, por otro lado, por la consciente y meditada construcción formal que Erkoreka realiza en su música. Apuntemos que esta idea de una música fuertemente arquitectónica, puede ser ejemplificada en una de las obras del compositor, titulada HAMAR ("diez" en euskera). Esta consiste en una instalación sonora de 30 minutos con intérpretes en movimiento, compuesta e interpretada específicamente para el Museo Guggenheim de Bilbao (un hito de la arquitectura mundial).

Por último, pero no menos importante, agradecer enormemente la amable invitación de Lumina Ensemble para reseñar el concierto y por todas las ayudas ofrecidas.

Retrato de los protagonistas del concierto al terminar este

Notas

  1. ^ En el pasado número de Sul Ponticello de marzo, reseñamos el reciente disco de Samuel Cedillo, donde Lumina Ensemble registra una de sus composiciones. https://sulponticello.com/iii-epoca/la-nueva-vanguardia-en-los-estudios-de-samuel-cedillo/

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