Diana Pérez Custodio nos habla en esta ocasión de su primera ópera, titulada Taxi, estrenada el 2 de marzo de 2003 en el Teatro Alhambra de Granada, una propuesta escénica para soprano, danza, vídeo y electrónica.

Diana Pérez Custodio
1 noviembre 2019
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Taxi

Montaje a partir de fotografías de Claudio Zulián

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He llegado hasta aquí volando.

Esquivando anémonas marchitas.
Esquivando las grietas del aire.
Esquivando titanes de plástico y espinas.

He querido llegar hasta aquí.

Volar,
coronada de escamas,
mendigando.
Envuelta en manos resbaladizas.

No logré desprender de mi piel toda la alambrada.
¿Acaso el viento secará mis heridas?

Volar para sumergirme en tierra pura.
Para drenar mis pozos ya secos.

Volar.

Con estas palabras, mías como lo es todo el libreto, comienza mi primera ópera, Taxi, estrenada el 2 de marzo de 2003 en el Teatro Alhambra de Granada[1]. Una obra largamente gestada y que pasó por muchos estados antes de cobrar su forma definitiva.

Fue en 1991 cuando surgió la primera chispa. Yo tenía tan sólo 20 años. Una madrugada, todavía entre dos luces, realicé un trayecto en taxi durante el cual experimenté toda una epifanía sensorial; la penumbra me sumergía en una realidad onírica y repleta de imágenes confusas. Al llegar a casa escribí un poema intentando aprisionar esa vivencia: una pequeña parte del mismo aún perdura en el libreto de la ópera definitiva. Al principio pensé en elaborar a partir de él una obra electroacústica pura, realicé esquemas y planteamientos para ello. Pero pronto sentí que detrás de la experiencia descrita en el poema había muchísimo más, y decidí crear una obra escénica de mayor formato. Durante años pensé en ello y fui trabajando la idea. La oportunidad de materializarla como ópera mixta (con acompañamiento electroacústico en lugar de orquestal) vino a mi en forma de beca por parte de la Junta de Andalucía en 1998. Escribí el libreto y compuse todo el espectáculo, concebido como un viaje en taxi muy literal, con coche en el escenario incluido y dos proyecciones de video, una mostrando la realidad visual del taxista y otra la realidad visual de la pasajera mezclada con imágenes de su mundo interior. Esa primera versión quedó depositada en el CDMA y nunca llegaría a estrenarse.

Empeñada precisamente en esa complicada tarea de estrenar una ópera en España me crucé con Acteón, la productora de Claudio Zulián, que ya desde años atrás conocía mi proyecto y que por aquel entonces se dedicaba a producir óperas de nueva creación. Se interesó por el trabajo pero, eso sí, proponiendo serias modificaciones con las que, habiendo pasado años desde que lo di por terminado, no pude estar más de acuerdo. Conservé aproximadamente la mitad de la música compuesta, añadí unos quince minutos más al total, puse patas arriba el libreto y todo cobró su forma final. Los dos personajes iniciales, taxista y pasajera, se tornaron en tres, pues la pasajera quedó desdoblada en una bailarina y una soprano. Los tres intérpretes han de cantar aunque, claro está, el papel vocal protagonista recae en la soprano.

Taxi, en definitiva, no es más que la sublimación de una experiencia cotidiana: nos montamos en un taxi y, tras comunicar a la persona que lo conduce a dónde queremos ir, nos abandonamos a nuestros pensamientos. De este modo, establecemos un viaje interior paralelo al exterior; un viaje íntimo (y por tanto no lineal) a través de esa estructura plagada de túneles en la que escondemos todo aquello que más nos conmueve.

Notas

  1. ^ Soprano: Alicia Molina; Bailarina: Vera Bilbija; Actor: David Lobo; Espacio escénico, luces y vestuario: Claudio Zulián; Responsable técnico: Jessica Braun; Dirección escénica: Claudio Zulián; Producción ejecutiva: Montse Herrera.

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