Repasamos la nueva temporada del Liceu, con cuyo director -Víctor García de Gomar- hemos charlado en este otro artículo.

Antonio Hernández Nieto
6 septiembre 2021
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Sergi Panizo

El Liceu se propone la temporada que comienza como un paraíso operístico. Un paraíso en el que brillará Mozart. Del que se podrán escuchar una detrás de otra, como si de un microfestival se tratase, las tres óperas que hizo con Da Ponte como libretista: Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Así son todas. En ellas la estrella será, además del compositor y el libretista, Marc Minkowski, el director musical. Y tendrá, para los early adopters y cazadores de tendencias, el permitirles descubrir a esos cantantes del que todo el mundo hablará en breve, pues ya son la comidilla de la profesión por sus cualidades operísticas.

Eso será abril de 2022, en una temporada que comienza en septiembre de 2021 con una Ariadne auf Naxos de Richard Strauss. Montaje que promete, bajo la dirección de escena de la directora estrella de la actualidad, Katie Mitchell, ser toda una fiesta en la que iba a cantar Iréne Theorin.

Cantante que es una más entre todos los nombres de cantantes que van a pasar por el coso barcelonés. Por el Liceo estará Camarena cantando por primera ver La flauta mágica bajo la dirección de Dudamel. O Matias Goerne, muy querido en este teatro, quien triunfara en Otello la temporada pasada, como Wozzeck, ese trágico héroe de la ópera del siglo XX.

Barítono que también participará en una de las producciones más atrevidas de esta temporada. La versión escenificada del Réquiem de Guerra de Britten. Y que acompañará a Camarena en La flauta mágica como el Orador. Al que se añadirá Simon Keenlyside en Pelléas et Mélissande.

Aunque donde da el do de pecho sostenido y en clave de sol es en las divas que acogerá. Sondra Radvanovsky en La dama de picas. Julie Fuchs en Pelléas et Mélissande. Marina Rebeka en Norma. Y las que no están en óperas lo harán en concierto como Sonia Yoncheva, cantando a Puccini. O Magdalena Kožená que hará una soirée con Simon Rattle. Guardándose para celebrar los 175 años del teatro a la diva del momento, Anna Netrebko. Quien interpretará en concierto, junto a Joseph Calleja, a Musseta, Lady Macbeth y Turandot.

A los que se añaden los directores musicales. El de la casa, Josep Pons que esta temporada se alternará en el foso con el citado Marc Minkowski, en la trilogía Mozart-Daponte, o con Gustavo Dudamel en La flauta mágica. O William Christie la versión en concierto de Partenope. O con Simon Rattle en el concierto de canciones íntimas entre amigos.

Solo con esto sería suficiente para poner los dientes largos a los aficionados tradicionales a la ópera. Pero la ópera es, pese a quien pese, teatro musical. La dirección artística de este teatro parece tenerlo muy en cuenta. Por eso, si asombra todo lo anterior hay que cogerse los machos para la lista de directores de escena. La citada Katie Mitchell en la versión de Ariadne auf Naxos que ha hecho con el celebrado dramaturgo Matin Cimp; William Kentridge y Luc de Wit en Wozzeck, Simon McBurney en La flauta mágica; Àlex Ollé en Rigoletto y en Norma.

Directores que tienen una lectura propia de las obras en las que intervienen. Motivo por el que son habituales en los teatros de ópera. Directores que se arriesgan para mostrar de nuevo lo de siempre. Directores cuyo currículo hace pensar que sepan responder a ese reto que Víctor García de Gomar, el director artístico del Liceu ha planteado. ¿Qué tiene que contar y cantar la ópera sobre el paraíso? ¿Qué hace de la ópera y de los teatros en los que se representa un paraíso? ¿Cómo consigue la ópera que se sueñe en el paraíso? ¿Cómo convertir el Liceu, al menos esta temporada, en un paraíso?

Preguntas para las que no solo ha convocado a los equipos anteriores y al público tradicional. Sino que también ha incorporado artistas visuales, como Kentridge y Antonio López y a los fotógrafos Jordi Bernadó y Cristina de Middel que dejen constancia de lo que sucederá en el teatro. También filósofos como Ramón de Andrñes que reflexionen en voz alta. A Anne Carson que con su uso de la palabra le pongan poesía a la temporada. Y a ingenieros informáticos que incorporen el desarrollo tecnológico a un arte con unos cuantos siglos de historia.

Y al que espera incorporar al público futuro de la ópera, a aquellos que tienen menos de treinta y cinco, con Liceunder35. Para lo que tuneará las sesiones dedicadas a ellos con mejores precios, sustituirá la copa de cava o de champán por el food truck molón y el silencio musical de los intermedios por una sesión de dj’s.

Repensando un teatro de ópera como el lugar donde uno puede divertirse ¿por qué no? Y, no por eso, abandonarse a la simple experiencia, a una satisfacción mecánica de una necesidad básica. No. La propuesta no es tengo hambre y como. Ni tengo sed y bebo. La propuesta es tengo hambre ¿y si cocino? Tengo sed ¿y si hago un vino? La propuesta es cultural. Una cultura que se quiere construir sobre una tradición musical en la que se encuentran sin orden, pero en concierto Mozart, Richard Strauss, Puccini, Britten, Txaikvoski, Berg, Bellini, Debussy, Verdi y tantos otros que revolucionaron la música que les precedía, cosa que tal vez se haya olvidado. Con la que hicieron de los teatros de ópera un paraíso.

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