Reflexiones acerca del taller Más Que Mi Voz en el contexto de la protesta chilena.

Ana María Estrada Zúñiga
5 febrero 2020
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Con cada respiración transmito un sonido y recibo un sonido.

Deep Listening
Pauline Oliveros

Mi pregunta, si la tenía, no era: “quién soy”, sino “entre quiénes soy.”

La pasión según G.H.
Clarice Lispector

El 11 de noviembre llegué a Santiago de Chile para realizar, entre otros proyectos, el taller Más Que Mi Voz, el cual convoca a mujeres y disidencias para encontrarnos en un espacio-tiempo donde agenciarnos desde la voz, iniciando con ello una pregunta personal y colectiva por la identidad.

Cuando se gestó dicha propuesta, el chile estaba lejos de rebelarse, o al menos eso parecía. El hecho es que el escenario para el cual yo contemplaba este taller era diferente al que tuve que enfrentar al llegar a Santiago, y aun cuando la revolución que se inició el 18 de octubre (y que sigue vigente) puso en duda la posibilidad de realizar esta actividad, siempre intuí que este nuevo contexto era aún más propicio que el que yo contemplaba originalmente y así lo creo hasta el día de hoy.

La actual protesta social chilena reinstaló la diversidad de voces en las calles, dio cabida a aquellas discusiones que durante y tras la dictadura se disolvieron con el tiempo, pese a que han existido movimientos que  intentaron recuperarlas, pero que a mi juicio fueron quedando mayoritariamente relegadas a espacios privados y a ciertos contextos de élite intelectual. La voz del pueblo volvió a acontecer en el espacio público y en diversos formatos; una conversación espontánea, los vítores de una marcha, una asamblea autoconvocada, o bien en los rayados que comparecen en la calle. Todos formatos que ponen en evidencia las demandas de la gente, que cada día reaparecen con más fuerza, pese al intento de hacerlas desaparecer.

Este nuevo escenario me permitió constatar que, entre otras cuestiones, nuestra lucha (para bien y para mal) trasciende la revolución actual y que las movilizaciones feministas llevadas a cabo en los últimos años en el chile fueron una antesala para que la revolución iniciada el 18 de octubre se diese con tanta potencia. Pues en esas conversaciones, en esos vítores, en los textos que inundan las calles, ahora también estamos nosotras y nosotrxs, exigiendo y construyendo un lugar audible para nuestras voces y que las calles se sientan nuestras.

[…] Somos una perspectiva, un lugar desde el cual mirar, un lente de rayos X que desnuda las bases de La República, que las deshace en nuestra líquida avanzada. Nos hacemos cargo de las marejadas antiguas, traemos en el ADN una tristeza excesiva, una agitación inmortal, la confusa conciencia de quien ha protagonizado una tragedia. Somos una ola. Crecemos, nos levantamos, para reventar con fuerza en una playa del futuro. Azotaremos rocas, socavaremos muelles, echaremos abajo los diques de contención. Vamos a modificar el mapa de las costas de La República.
Y lo haremos nosotras. Todas nosotras.[1]

Imagen de registro de la artista

Imagen de registro de la artista

Bajo este contexto fue que iniciamos nuestro trabajo de taller y uno de los primeros ejercicios que desarrollamos fue “La Ola”. Con los ojos vendados, unidas por el contacto de la parte lateral de nuestras cuerpas y el sonido de nuestra respiración profunda, avanzamos a ciegas, intentando percibir el ritmo de lx(s) compañerx(s) que teníamos a nuestro(s) lado(s). En la segunda instancia de este ejercicio, exhalamos pronunciando la letra “s”, dejando que el aire sssssonara, acentuando con ello la presencia como voz y cuerpa en ese espacio-tiempo determinado. En ninguna de las dos ocasiones, la línea que habíamos construido de espalda al muro se disolvió, sino que tomó formas diversas, en razón de los ritmos que cada quien adoptaba. Dicho ritmo estaba marcado por el sonido y la escucha de la propia cuerpa y de la que tuviese junto a mi, pues el objetivo era conseguir avanzar juntxs, sin necesidad de ver a lx otra compañerx, sino de escucharla y sentir su presencia, al mismo tiempo que yo le hiciera sentir la mía.

Ingresamos así a un espacio-tiempo de contención y de cuidado, donde la escucha nos permitía encontrar nuestro propio ritmo y resonar con lxs compañerxs desde un lugar que difería ya no sólo del tiempo oficial de una ciudad tan urbanizada como Santiago, sino que además empezábamos a constituir un espacio desde donde resistir al contexto de opresión que caracteriza hoy al país en general.

Deby, Sandra, Carla, Catu, Karlaschu, Franaeh, Celeste, Gaby, Dani, Ingrid, Carla, Vale, Nico, Vicky y yo, Ana, hemos sido compañerxs desde el primer día que nos encontramos. Cada unx de nosotrxs llegó al taller: buscando, buscándose, buscando-ser.
Desde el primer momento que nos reunimos iniciamos un pacto, una alianza que se fue afianzando con el tiempo y que nos reafirmaba como sujetxs vulnerables e interdependientes.

“No se olviden nunca de respirar” nos decía Carla Gaete[2], actriz chilena que ha estado a cargo de guiar varios momentos importantes de nuestras sesiones. “No se olviden nunca de respirar”, repetía yo en otras ocasiones, como si nos estuviésemos animando a existir, como si dijéramos “no se olviden nunca que tenemos derecho a existir”, que como cuerpas feminizadas tenemos derecho a construir nuestros propios espacios de resistencia, de re(ex)sistencia.

[…] Pero la resistencia sólo puede ocurrir si los modos de coalición están fundamentados en la interdependencia, y si la lucha contra la precaridad y en favor de la igualdad ejerce el poder de manera que rompa con la atracción del paternalismo […] [3]

Así como “La Ola”, hubo decenas de ejercicios en los cuales, lo que ocurriese como resultado dependía de nuestra interacción y de la resonancia de nuestras voces y cuerpas. Muchas veces interactuábamos con los ojos vendados, en otras ocasiones, buscábamos encontrarnos con nuestras miradas, pero siempre escuchando. Esta escucha ya no sólo se planteaba desde nuestros oídos, sino que era una escucha corporal, en donde debíamos afectar y dejarnos afectar por lxs otrxs.

Imagen de registro de la artista

Imagen de registro de la artista

Los animales escuchan profundamente. Cuando ingresas en un ambiente donde hay pájaros, insectos u otra especie de animales, estos te escuchan de forma total. Te reciben. Tu presencia puede significar la vida o la muerte para las criaturas de ese ambiente. ¡La escucha es supervivencia![4]

En ocasiones, exploramos en nuestra propia orgánica, sintiéndonos parte de una Naturaleza que también nos está siendo negada, propiciando movimientos y sonidos que nos permitiesen habitar el espacio como si fuéramos animales o una planta o un insecto. Todo ello mientras percibíamos la presencia de las otras cuerpas en acción. Del mismo modo que en el ejercicio citado, la atención sonora que dispusiéramos era la clave para que se produjesen (o no) espacios de encuentro entre nosotrxs.

La práctica sonora que vengo desarrollando por más de 18 años no sólo ha devenido feminista, sino que también se ha encarnado en mi propia corporeidad. Señalo esto con la intención de manifestar, que como artista sonora, estuve mucho tiempo pensando lo sonoro desde la cabeza hacia arriba; como algo principalmente racional y como si la escucha fuese algo que sólo le concerniera al oído. Aún cuando he indagado desde hace varios años en piezas sonoras que implican acciones y actos corporales, no fue sino hasta que leí e intenté poner en práctica Deep Listening de Pauline Oliveros que realmente dimensioné que la escucha es un acto corporal (pese a que la autora no lo expresa de esa manera), tal y como —gracias a Judith Butler— ya había comprendido que el habla es un acto corporal. La gran diferencia entre el aprendizaje que obtuve de Oliveros y de Butler, es que el primero fue acuerpado desde la práctica, mientras que el segundo fue comprendido desde la teoría.

Puede resultar absurdo que alguien que lleva trabajando en torno a lo  sonoro tanto tiempo y que ha concentrado su investigación en el tema de la voz, no tuviese conciencia de la implicancia corporal que conllevan. No obstante, ninguno de los referentes sonoros que había considerado (filósofos, músicos o artistas principalmente hombres, que de una u otra forma yo misma escogí), había logrado hacerme constatar que voz, escucha y cuerpa conformaban una tríada.[5] Y es que además, este tipo de conocimientos no son los que se adquieren leyendo un libro o asistiendo a una performance, pues para comprender que no basta trabajar con la cuerpa, sino desde ella, es necesario aprender a través de la propia práctica. Por ello es que considero tan importante investigar desde la autoetnografía y entender “la práctica como forma de investigación” [6] En este sentido, ha sido muy importante para mi exploración, tomar clases provenientes de disciplinas como el teatro o la danza.

De acuerdo a esto, el taller se ha enfocado principalmente en acciones que realizamos con nuestra voz, pero siempre entendiéndolo como un acto corporal que busca resonancia en otras voces por medio de la escucha. Esto también como una manera de indagar en aquellos lugares desconocidos que devienen gracias a esta interacción.

Para los demás no somos un simple fenómeno visual, sino que además nuestras voces deben ser registradas y por tanto oídas. En términos corporales somos ya, de antemano, una forma de ser para el otro, que aparece en formas que no podemos ver ni oír; es decir, que corporalmente estamos presentes para otro cuya perspectiva no podemos anticipar ni controlar del todo. De manera que yo existo, en tanto que cuerpo, no solo para mí mismo, y ni siquiera en primera instancia para mí mismo, sino que encuentro mi yo si en última instancia me encuentro constituido y desposeído de la perspectiva de los demás. Así, para la acción política, debo aparecer ante los demás de maneras que no soy capaz de conocer, y de este modo mi cuerpo se establece por medio de perspectivas que no puedo habitar, pero que seguramente habitan en mí […][7]

De esta manera, considero, que la pregunta por la identidad desde el ejercicio con la voz, permite abrir espacios de agenciamiento y alianzas que me interrogan en mi calidad de ser interdependiente y vulnerable. Pues esta voz siempre buscaría ser escuchada, en tanto sonido que busca resonancia.

No nos olvidaremos de respirar, porque aunque nuestra existencia siempre ha sido cuestionada, seguimos aquí resistiendo, porque llevamos la lucha inscrita en nuestras vidas desde que se nos identifica como cuerpas feminizadas.
No dejaremos de respirar, porque ahora estamos juntxs, resonando, respirando y escuchando, porque estamos aprendiendo a encontrar nuestra voz y a abandonar la que se nos ha impuesto.
Respiraremos y no olvidaremos, porque aquí y ahora somos cuerpas en re(ex)sistencia…

El contexto actual que sucede en mi país de origen, ha funcionado como un escenario que tensiona la pregunta por la identidad, en tanto pregunta personal y colectiva. Y más aún, la pregunta por la identidad de género, en relación a la voz y la escucha, pues interpelamos los cánticos sexistas y los graffitis heteronormados, que expresan el machismo arraigado en nuestra sociedad y que esta revolución por sí sola no va a derrocar.

Es a partir de todo lo anterior, que considero que hacer un taller como Más Que Mi Voz en el contexto de la protesta chilena tiene tanto sentido, porque este espacio-tiempo en el que nos hemos estado convocando crea contextos de escucha feminista, en donde todas las voces se vuelven audibles.  Porque estamos aprendiendo que allí donde se nos diga que debemos alzar la voz, nosotrxs respondemos con una escucha afectiva que no fuerza a nadie a sonar como otrxs, sino a desafiarnos a encontrar nuestros sonidos a través de y con lxs otrxs. Y que cuando se habla de empoderamiento, respondemos con nuestras cuerpas como potencias creadoras y no con la idea de poder hegemónico que refuerza el heteropatriarcado.

Notas

  1. ^ Nona Fernández, “Líquida avanzada”, en Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado. LOM ediciones, Santiago de Chile, 2018. P. 75
  2. ^ Para realizar este taller he invitado a la música Karla Schüller y a la actriz Carla Gaete, miembras del Coro Fonético (directora e integrante respectivamente) a guiar y a participar de las sesiones.
  3. ^ Judith Butler, “Vulnerabilidad corporal, coalición y la política de la calle” NÓMADAS, no.46, p.25 (2017) (Consultada el 2 de febrero 2020)
  4. ^ Pauline Oliveros, Deep Listening: una práctica para la composición sonora (Buenos Aires: Dobra Robota, 2019), p.44.
  5. ^ No puedo dejar de citar a Paula Carrara, de quién conocí su tesis de Máster: Corpo, Vozm Escuta – Rastros de uma prática, reflexões em proceso, durante el 2019 y que en sincronía con las ideas que empecé a gestar en ese momento ha sido una luz en este camino (Consultada el 2 de febrero 2020).
  6. ^ María José Contreras, “La práctica como investigación: nuevas metodologías para la academia latinoamericana”, Poiésis, no 21-22, p. 71-86 (2013)  (Consultada el 2 de febrero 2020)
  7. ^ Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea, (Barcelona: Paidós Básica, 2017), p. 81.

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