cabosanroque vuelven a las andadas –veinte años ya–, trabajando problemáticas maquínicas y objetuales que nos llevan de nuevo a releer la fantástica publicación que hiciera Fabulatorio con su La cobla patafísica 2015-2001 (2015) o, más recientemente, su fantástica pieza petrotuning en la exposición “Petromasculinitats” que comisariara Arnau Horta en el Bòlit de Girona (22.10.21 - 09.01.22).
La antigua Tabacalera de Tarragona es un edificio inmenso, entre el mar y una ruina que nadie parece querer o poder resolver –esto por lo que respecta a la ruina, el mar es difícil de arreglar. En su inhóspito módulo sexto, cabosanroque (Laia Torrents y Roger Aixut) trabajan los textos que Verdaguer, preboste de las letras catalanas del XIX, escribió durante los años 1890 y 1892, en los que se lanzó de cabeza a las sesiones de exorcismo en un piso de la calle Mirallers de Barcelona, y cuya planta se replica aquí en escala 1:1.
La visita a la instalación Dimonis: Ex-orcismes i in-orcismes de Verdaguer, es la primera que realizo al Mèdol tarraconense, dirigido por Vicent Fibla, quien creara y sigue dirigiendo el maravilloso Eufònic, y quien fuera igualmente director de Lo Pati - Centre d’Art Terres de l’Ebre entre 2014 y 2017. Por su parte, Dimonis es parte de un programa de exposiciones itinerantes promovidas por el Departament de Cultura de la Generalitat que ha llevado ya la pieza a Girona (Festival Temporada Alta), Mulhouse (Festival Vagamondes), Toulouse (Festival In Extremis), Barcelona (Festival Grec y posteriormente Arts Santa Mònica), Madrid (Festival de Otoño), Vilafranca del Penedès, Vic, Alella, Granollers, Mataró y, hasta el 17 de diciembre, Tarragona.
cabosanroque vuelven a las andadas –veinte años ya–, trabajando problemáticas maquínicas y objetuales que nos llevan de nuevo a releer la fantástica publicación que hiciera Fabulatorio con su La cobla patafísica 2015-2001 (2015) o, más recientemente, su fantástica pieza petrotuning en la exposición “Petromasculinitats” que comisariara Arnau Horta en el Bòlit de Girona (22.10.21 - 09.01.22).
Por lo que respecta a Verdaguer, se trata de textos alucinados, poco conocidos, que el gran Enric Casasses decidió reeditar en 2015 con sus propios comentarios bajo el título Dimonis: Apunts de Jacint Verdaguer a la Casa d’Oració y que ahora se declinan en medio de la ruina gracias al cante del Niño de Elche, una soberbia Rocío Molina y los rostros poseídos del propio Casasses, Núria Martínez-Vernis -que parece incapaz de hacer algo mal- y otras personas expertas en el propio Verdaguer, todas ellas bajo la dirección de cabosanroque.
Bosque simpoiético de altavoces y chatarra –una pequeña lección de vida. En su centro, un piano deshecho que es cama y que es un pasado como cualquier otro. Martillos de piano y cadenas –nos vamos moviendo y nos vamos viendo afectadas por el mecanismo. El piano, lo hemos dicho ya, no es sino un momento de la madera. De las voces podríamos esperar lo mismo: ruina y memoria, pero sobre todo ruina, y que cada cosa devenga como pueda o como buenamente sepa.
Un estanque de luces y mediciones. Los metros en el estanque, sin salir de la nave. Entre luces, las Luces y un devenir puro, caen gotas que son también planta y clorofila y metal. La exactitud es un lujo que no nos podemos permitir, una de esas ideas que fuera del laboratorio se confunden con ensoñaciones.
Por todas partes, una voz múltiple y algo que quiere hablar en nosotros. Los rostros son frecuentemente intercambiables, la voluntad y el deseo no. Rostros - agujero negro, rostros - deseo, Proust y las muchachas. Todo esto son ciencias anfibias para un mundo terriblemente seco. La voz retorna, habla de una “ciencia de microbios”, la cosa se pone marguliana, la boca mojada se multiplica o se limita en pantallas que chillan. Algo siempre pervive. Decía Toni Morrison que a veces no sobrevivimos del todo, pero sí en parte. Las voces mueren siempre, pero mientras queden más bocas y oídos, habrá esperanza. (De momentos y microbios nunca habrá demasiado.)
A veces se te muere un amigo, y te las ves y te las deseas para no sólo ver y desear sino volver a oír. Las voces no se difuminan, como sí lo hacen los rostros, que nos convierten a todos en miopes; no, las voces se alejan, se degradan, se marchan a una frecuencia para la que tus oídos no están preparados. Necesitaríamos micrófonos tan precisos…
Me debato –y me divierto– con todo esto cuando un ejército de juguete se levanta en armas a mi lado. Discurso indirecto libre, eso que decía Guattari que venía de otra parte –de otro mundo– y nos atravesaba. Pero no hay mar que no decline la costa a la que está condenado, y algo siempre pasa en los interregnos, si es que no precisamente lo más interesante.
El desierto está abarrotado –siempre es hora punta en este enclave del demonio. Se diría, de hecho, que el desierto es infinito, y que no deja de mirarnos mientras escuchamos. ¡Qué manía tiene el mundo de quedársenos mirando! En el fondo de las cosas, no se trata nunca de esencias, resúmenes o diccionarios. Se trata de graduarse bien las gafas y los audífonos, de afinar el piano, de la frecuencia correcta en la que aparece aquella canción, de la mirada que grita y convierte lo virtual en actual. Lo importante es siempre una adecuación al caos danzarín, como sucede en el “jazz matarile” de Domingo Sánchez Blanco. (El volumen adecuado, la cosa más difícil.)
En el final, una voz mueve las telas. El truco se detecta rápidamente –nos quedamos mirando los ventiladores recientemente accionados. ¡Ahora sí que nos lo creemos del todo! Nada como un poquillo de artificio para creer con una pasión renovada. Tanta artificiosidad, en el fondo, no es sino la cosa más natural del mundo. Sí, es la voz quien mueve las telas. La voz es tela y roja y un enchufe precario y domingo por la mañana –un frío demasiado tolerable. A las puertas del colapso, me quito el jersey como si no fuera casi diciembre. (Tantos cables y nosotros tan llenos de microbios…)
Cuando bajan las luces, me dedico a fantasear con un diccionario de voces familiares, de esas que ya perdí, pero también de las que escucho en este momento –y de las que vendrán. Fantaseo con un diccionario poseído, con voz en off, de entradas infinitas. “1994 / Marzo / Día 16 / Entre las 15h41 y las 15h57”. ¿Recuerdas lo que me dijiste mientras jugaba en la alfombra? Sucesión de granates y juguetes y piernas que tanto podrían ser mías como no serlo. “Voz de nervios, con dolor de barriga adjunto”. “Bolonia en agosto” –la voz permaneció siempre igual. La enciclopedia de silencios sería todavía más extensa…
En la Tabacalera ya no se manipula tabaco. Me han dicho que ahora se baila, que hay gente poseída, que se escuchan cosas maravillosas. Que si acercas la oreja a un punto rojo escucharás voces que son, à la Rimbaud, otras. Que cabosanroque son fantásticos. Salgo a la calle y sigue sin hacer frío. Llevo un calor en el tímpano.
Dimonis. Ex-orcismes i in-orcismes de Verdaguer
cabosanroque
Mèdol - Centre d’Arts Contemporànies de Tarragona
19.11.22 - 17.12.22
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