Comienza la temporada operística en Madrid con el controvertido montaje de Medea. La ópera de Cherubini que no hay teatro que se resista a reponer. Y menos si es uno de los grandes. El Teatro Real se suma a esa liga con este estreno. Y descoloca al publico y a la crítica. Que no es unánime en sus valoraciones. Es lo que tiene el no reponer un Verdi, un Puccini o un Wagner. No hay opinión, ni informada ni formada, y se encuentran perdidos. Cualquier cosa se puede decir, más basado en su (dis)gusto que en su capacidad de análisis.
Por eso no hay unanimidad en las opiniones. Y se descubre que los que hablan de voces de forma habitual, de la orquesta, hasta del coro, basándose en no se sabe que teorías de cómo se debe cantar o tocar no se sabe qué, no resiste el embate de algo poco oído o escuchado. Y en ese descoloque, en una sociedad como la actual, tan visual, el varapalo se lo lleva lo que más se ve. La puesta en escena de Paco Azorín.
Vayamos pues a los hechos. Los hechos son la historia. Jasón, el guerrero fortachón, el hombretón, se ha enamorado de Dircé. Una mortal. Una humana. La prefiere a Medea, hija de un dios. Esta última le fue útil como madre de sus hijos y como aliada para conseguir el Vellocino de Oro.
Medea, ante tal despecho, ¿cómo prefiere a una simple mortal a una diosa que renunció a su divinidad por él?, entra en un ataque de celos y clama venganza. Contra la nueva esposa, quitándole la vida y acabando con su padre. Contra su exmarido, quitándole la vida a los hijos que tienen en común.
Esta historia, que tanto ha atraído a escritores y directores de distintas épocas y estilos, se aprovecha para dos cosas que no están en el original. Una, que parte de la dirección artística del teatro, es homenajear a la Callas que interpretó a esta Medea urbi et orbi y la convirtió en leyenda. La otra, que parte de la dirección de escena, es la relectura contemporánea del mito. De lo que tiene que contar este clásico en presente. Que, a juicio de Paco Azorín, el director de escena, es cómo funciona el maltrato infantil.
A la primera, trata de responder este director colocando a la cantante que representa Medea como las imágenes de la Callas demacrada, vestida de negro, con sus icónicas gafas oscuras. Ella es Medea y podía cantarla porque la entendía. Era una diosa griega que sería abandonada por una simple mortal norteamericana, Jackie O. Una imagen a la que María Agresta, tal y como se viste a esta Medea, se ajusta como un guante. En términos de presencia, pero es que en este montaje eso es tan importante como cantar bien y esta soprano también canta bien.
A la segunda, el mismo director de escena, trata de responder con datos. Los datos de la que ahora quieren llamar violencia intrafamiliar que se ceba con los niños, porque están indefensos ante los adultos más cercanos en los que ellos confían. Adultos que se aprovechan de su ascendente para abusar y matar. Lo que ocurre en una sociedad que les ha hecho sujetos de derechos, pero que no se moviliza, o se moviliza poco, para proteger dichos derechos.
Para indicar que esto es universal y atemporal, el montaje mezcla tiros y troyanos. Hay policías antidisturbios junto a obispos ortodoxos. Mujeres con traje pantalón, con hombres barbudos que parecen sacados de otra época. Una Dircé que bien podría ser Tamara Falcó en su boda, o cualquier novia ilustre, que no necesariamente famosa, que sale en las páginas del Hola, que cuanto más rancia en ideas, más traje de novia medieval lleva.
Y, por supuesto, Jasón tiene que ser guapo y musculoso al estilo de hoy en día, pues hay que entender qué se está cantando. De nuevo, Enea Scala lo es. Solo hay que buscar imágenes en Google y verán con qué frecuencia sale sin camisa o camiseta marcando musculo. Además de tener algo de presencia de galán antiguo, de la presencia y de la voz de un joven Plácido Domingo, aunque físicamente no se parecen.
Mientras tanto ¿qué pasa con la música? Que Ivor Bolton se acerca a ella de tal manera que se oiga lo que se tiene que oír. Es decir, todos esos deseos y pasiones, todas esas dudas e incertidumbres que suponen enamorarse y la (in)certidumbre de no ser correspondido. El me quiere, no me quiere, el me querrá o no me querrá, que se dice deshojando una margarita.
La zozobra de quién fue querida, y sigue pensando que todavía podría serlo. Porque unas veces la negativa de la persona amada es patente, pero otras su acercamiento, su calidez, por aquello que fuimos, o aquello que todavía tenemos (habitualmente los hijos), por ese grado de intimidad de los que yacieron juntos, hacen pensar que todavía es posible “salvar lo nuestro”.
Que esto no se haya percibido así, quizás tenga que ver con los mediadores entre el público y los artistas. Unos mediadores a los que se les ha cambiado el paso y han roto filas. Si se toma distancia, por ejemplo, leyendo las críticas de los principales periódicos agrupadas por la revista on-line Beckmesser, la idea es que se trata de un ejército de Pancho Villa, sin saber dónde disparar. Qué señalar. Donde hay que poner el ojo, el oído y la bala.
Menos mal que los artistas lo tenían claro y han seguido a lo suyo. Haciendo posible que la música suceda en escena. Incluido el homenaje a la Callas que quería hacer el teatro, un capricho innecesario. Más que nada porque la obra tiene suficientes elementos para justificar su programación e incluso inaugurar una temporada. Sobre todo teniendo en cuenta lo poco .
¿Quiere decir que la producción es perfecta? Musicalmente, se podría decir que sí. El disfrute en la cara de Bolton y la fluidez con la que se mueven sus manos cuando está dirigiendo lo dicen todo. Tal vez, escénicamente, podría ser mejorable. Hay demasiados elementos en escena. Demasiadas claves de lectura
Aunque lo interesante es que ha evitado ser un montaje historicista o musicológico. Sino que trata de que esta ópera diga lo que tiene que decir a un público contemporáneo. Para que esta sociedad no sea un Titanic que se hunde mientras toca la orquesta. Sino para que sea una sociedad que pone música, de verdad, de la que habla de los temas del presente, y pueda hacer flotar el barco con cuantos más humanos de hoy, y los niños lo son, posible.
¿Y lo demás? Lo demás va en gustos y no es opinable.
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