Nuevo texto dentro de esta sección en la que Sul Ponticello quiere mostrar la colaboración con el Simposio Mundos Sonoros 2022 convocado por la Universidad Nacional Tres de Febrero de Argentina. El análisis se basa en la exhibición de una nueva voz en la lectura de la novela El silenciero del del escritor mendocino Antonio Di Benedetto, entendiendo a la misma como un acto comunicativo e interdisciplinar en torno al sonido, particularmente en su manifestación como ruido y silencio.
Resumen:
La obra del escritor mendocino Antonio Di Benedetto (2 de noviembre de 1922 - 10 de octubre de 1986) ha sido objeto de numerosos estudios, análisis y tesis. Diversos trabajos han analizado su novela El Silenciero, tanto su edición original del año 1964 como su reedición del año 1975, la cual fue notablemente modificada por el autor. En dicha novela el sonido, particularmente en su manifestación como ruido y silencio, tiene una centralidad semiótica y relativa a las configuraciones del sentido del discurso. Su percepción y significados posibles han sido hasta el momento analizados desde una perspectiva filosófica, particularmente existencialista. En una lectura actualizada de El Silenciero las referencias y diálogos con los conceptos y categorías de los estudios de sonoros se hacen evidentes, encontramos contenidos ideológicos y semióticos que se traman en torno a la idea de sonido posibilitando una lectura otra que puede revelar nuevos aspectos de la semiosis del texto. El análisis se basa en la exhibición de una nueva voz en su lectura, entendiendo a la misma como un acto comunicativo e interdisciplinar tal como señala Roland Barthes en S/Z:
“Leer es encontrar sentidos, y encontrar sentidos es designarlos. (…) la lectura no consiste en detener la cadena de los sistemas, en fundar una verdad, una legalidad del texto y, en consecuencia, provocar “faltas” de su lector. Consiste en embargar esos sistemas no según su cantidad finita, sino según su pluralidad.” (Barthes 2015: 20)
En la última parte del texto se establece un cruce entre los ámbitos discursivos de Antonio Di Benedetto y el filósofo mendocino Arturo Roig, fundamentalmente a través de la categoría apriori antropológico.
El Silenciero Cautivo
Antonio Di Benedetto fue escritor, periodista y crítico de cine, nacido en Mendoza en 1922, fallecido en Buenos Aires en 1986. Escribió cinco novelas y más de cien cuentos, gran parte de su obra fue traducida y reseñada en publicaciones europeas y norteamericanas. La obra completa del autor ha sido revisitada y revalorada en los últimos años, sobre todo partir de su publicación por Adriana Hidalgo Editora.[1] Cabe mencionar las versiones cinematográficas de las novelas Los suicidas (2005), dirigida por Juan Villegas, Aballay. El hombre sin miedo (2010), dirigida por Fernando Spiner y Zama (2017), dirigida por Lucrecia Martel.
Antonio Di Benedetto se desempeñó como subdirector del diario Los Andes (Mendoza), colaborador de La Prensa y La Nación (Bs. As.)¸ obtuvo reconocimiento nacional e internacional en vida, sin embargo, por férrea decisión fue un ciudadano y profesional de a pie, cultivó un vida provincial y de bajo perfil en la Provincia de Mendoza donde escribió prácticamente la totalidad de su obra. El 24 de marzo de 1976, el día que comenzó la última Dictadura Militar en Argentina, Di Benedetto fue detenido en su despacho del diario Los Andes[2]. Permaneció diecisiete meses detenido, los primeros seis en Mendoza y el resto en la Unidad 9 de La Plata. El 19 de mayo de 1976, durante un almuerzo en Casa Rosada, Jorge Rafael Videla recibió a Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, quién entregó una lista con once nombres intelectuales y personas relacionadas a la cultura que estaban desaparecidas, entre ellos Di Benedetto. Este evento sumado a cierta presión ejercida por otros intelectuales nacionales e internacional, como el Premio Nobel Heinrich Böll, Adelma Petroni, Mujica Lainez, Victoria Ocampo y Bernardo Canal Feijóo, logró que el 26 de agosto de 1977 Di Benedetto fue liberado. Posteriormente comenzó a vivir su exilio en España, allí continuó trabajando, escribiendo y ofreciendo conferencias en universidades hasta 1984, año de su regreso a Argentina.
“Prefiero la noche, prefiero el silencio”
Dentro de las facetas que merecen ser estudiadas sobre la vida y obra de Di Benedetto - como sus trabajos periodísticos, literarios, cinematográficos - propongo considerar uno de sus más distintivos rasgos personales: su particular sensibilidad hacia el sonido y las profundas valoraciones sobre el ruido y el silencio que acompañaron su vida y adquirieron su mayor desarrollo en la novela El Silenciero. Podemos encontrar reflexiones en torno al sonido a modo de comentarios en entrevistas o en textos literarios, en ellos la escucha adquiere sentidos múltiples, argumentales o existenciales. El culto al silencio en la vida de Di Benedetto fue un modo de habitar el mundo, incluso una estrategia de supervivencia durante su detención el La Plata.
Rodolfo Braceli, periodista, colega y compañero de Di Benedetto del diario Los Andes recuerda:
“En la vida cotidiana [Di Benedetto] era alguien que detestaba los ruidos, una radio encendida lo sacaba de quicio. El personaje de El Silenciero directamente estaba inspirado en él. Tenía pavura por el viento, cuando corría viento cerraba las ventanas, las puertas, corría las cortinas…” (6’10’’)
El escritor mendocino Ángel Bustelo compartió su detención en el Penal de La Plata junto a Di Benedetto y se inspiró en él para escribir la novela El Silenciero Cautivo (1988). El culto al silencio y el rechazo al ruido se vuelven un elemento esencial en el relato de Bustelo, no solo en un sentido metafórico o como rasgo personal del protagonista, llamado Suetonio Da Bene, sino también como elemento estructurante de la narrativa:
“Cuando arreciaron los temporales de verano, y La Pata fue azotada – enero y febrero de 1977-, por relámpagos y truenos inauditos Suetonio creyó morir y que cesaban de golpe sus tormentos. Oía el diluvio golpear furiosamente los tejados y el claror de relámpagos irrumpiendo las sombras de la celda que estallaban sobre el jergón humedecido. El silencio - única celebración en su tragedia - cénit encontrado bajo muros, era horadado por el ruido - su enemigo mortal-, que entraba al recinto con estruendo de batalla y sables” (Bustelo, 1988: 4).
Los recursos autobiográficos son recurrentes en la obra de Di Benedetto, como el suicidio, el cual formó parte de su historia familiar, puntuando su infancia y juventud. La auralidad adquiere un papel importante dentro del relato de anécdotas y experiencias personales, como el recuerdo de un disparo en la noche el día que murió su padre, o cuando una discusión entre su abuelo y un primo tuvo un desenlace fatal:
“[En Los Suicidas] hay un capítulo que narra exactamente lo que sucedió entre mi abuelo y un primo, un primo mío, nieto también de mi abuelo. Un conflicto extraordinario, lucha entre el abuelo y el nieto por una misma mujer, y el suicidio que… yo lo escuché de a oídas porque estaba viviendo en la misma casa, y alcancé a presenciar lo que había quedado de mi primo después que se apoyó una carabina en el pecho, se disparó” (15'40").
En otro momento de la misma entrevista Di Benedetto recuerda el silencio que mantuvo su abuela en represalia a las reiteradas infidelidades de su esposo:
“[Mi abuela] le retiró la palabra. Estuvo cuarenta años sin hablarle. Quizás ella como extrema defensa, porque mi abuelo siempre intentaba decirle algo, (…) ella como extrema defensa no sólo le quitó la palabra, sino que se quedó sorda. Yo creo que es un instinto de la naturaleza, de la fisiología, para construir su absoluto muro de silencio sobre él… y así logró independizarse” (17`38``).
En otra ocasión, recordando su primer viaje a la edad de 14 años a la Ciudad de Buenos Aires, recuerda un descubrimiento durante un paseo solitario por Avenida de Mayo:
“(…) reptando por esas veredas al pie de los altos edificios, me llamó la atención un ruido, un ruido rugidor que procedía de unas ventanas enrejadas a nivel del suelo, me asomé y me asusté porque parecía que salía una sábana volando. Era una rotativa que estaba escupiendo diarios… era el Diario Crítica… parece que esas dos cosas me iban a acompañar en la vida.”
El Silenciero
El Silenciero es la segunda novela de Antonio Di Benedetto y fue publicada en Buenos Aires en 1964 con el apoyo económico del Fondo Nacional de las Artes. Un año después de su publicación recibió el Gran Premio de Novela de la Subsecretaría de Cultura de la Nación, jurado integrado por Silvina Bullrich, Manuel Mujica Láinez, Abelardo Arias y Jorge Masciángoli. Ese año obtuvo el Primer Premio de la Fiesta de las Letras de Necochea.
En la segunda edición de la novela, publicada en Buenos Aires en 1975, el autor revisó el texto y realizó significativas modificaciones, práctica usual en sus reediciones. En la primera edición de El Silenciero el ruido es abordado principalmente como resultado del desarrollo urbano y demográfico producto de la industrialización en los años 50. El narrador-protagonista padece un creciente malestar a causa de una extrema sensibilidad hacia su entorno sonoro, la cual inicia con efectos fisiológicos y se desarrolla hasta afectar su salud mental, provocando una cierta tendencia paranoide. Esta perturbación existencial lo llevará a desvincularse con su entorno. Para la segunda edición el autor revisó el texto y, tal como realizó con otras obras, pulió la sintaxis, modificó términos, realizó ajustes temporales y actualizaciones de cifras de sueldos, ahorros y precios de viviendas, a su vez incorporó objetos domésticos como tocadiscos y televisores, artefactos mayormente cotidianos desde 1970. A su vez agregó el epígrafe: “De haber ocurrido, esta historia supuesta, pudo darse en alguna ciudad de América Latina, a partir de la posguerra tardía, el año 50 y su después resultan admisibles.”, y profundizó la presencia del ruido y sus efectos en la narrativa así como su vínculo con la crisis filosófica-existencial del protagonista.
Como hemos señalado anteriormente, el carácter autobiográfico es recurrente en la obra del escritor mendocino. En una entrevista realizada por Celia Zaragoza en 1974, el autor hace referencia a su experiencia personal con el ruido y su influencia en El Silenciero:
“Me enfermaban los ruidos, los padecía como una agresión personal del mundo contra mí. De esa hipersensibilidad y de la comprensión de los efectos del que yo llamo “ruido material” surgió la mitad de El Silenciero. La otra mitad es más profunda, atañe al “ruido metafísico”. Pues bien, padeciendo esa tortura, quizás para salvarme, escribí la novela: pero no habría sido posible hacerla sin determinadas defensas contra los factores perturbadores” (Zaragoza, 1974: 43).
En una entrevista realizada por Günter Lorenz (1972) llamada: "Antonio Di Benedetto" en: Diálogo con América Latina a propósito de El Silenciero, señala:
“En “El Silenciero” trato el ruido físico y el ruido metafísico. Los dos me perturban como persona corriente y como novelista desde cierta época penosa de mi vida. Tenía el tema pero no conseguía ni tramar el relato ni ver y definir los personajes ¡Aunque el agonista fuera yo mismo! Cuando se me tendió el puente a Europa tuve la certeza de que en Paris – ciudad que suponía más ruidosa y atormentadora – con más seres atormentados por las dos clases de ruido, me arrollarían los materiales argumentales. Error. Ni vi ni supe mirar, mejor: ni oí ni supe escuchar ni en Paris, ni en Bordeaux, ni en Ámsterdam ni en Londres. Regresé a la Argentina. Me hice todo oídos, bueno, es una exageración, no necesitaba empeñarme, los ruidos me loqueaban de nuevo, mortificantes y destructores. Observé, estudié, el problema encarnó en personajes que empezaron a formar la novela. Nació El Silenciero: psicología, comportamiento, neurosis, metafísica, de hombres de ciudad, tal vez de cualquier ciudad moderna industrial, preindustrial, pero captadas, aprendidas, ahondadas en mi milieu.” (Lorenz, 1972: 125).
Ruido Metafísico. Resonancias coloniales
A lo largo de la novela el protagonista caracteriza aspectos del ruido. A través de reflexiones, comentarios y diálogos con su amigo Besarión, el silenciero establece características fundamentales del sonido. El ruido no es enteramente abordado como problema, el silenciero distingue que no todo ruido causa malestar, que aquellos relacionados a las actividades del hogar, labores domésticas y rutinarias, pueden ser inofensivos. Se refuerza la idea de la convivencia y acostumbramiento a ciertos ruidos cotidianos, los cuales nos son percibidos o no se consideran molestos. Desarrolla la idea de que la aparición de una fuente sonora que emite frecuencias nuevas, agresivas y constantes provoca la toma de conciencia sobre el entorno sonoro. En el siguiente pasaje el narrador protagonista clarifica cuales son aquellos ruidos que considera tolerables y cuáles no, en un diálogo que mantiene con su esposa Nina:
- [Nina] Solo algunos ruidos te preocupan.
Desmenuzo la miga del reproche: Nina lleva en el cuerpo el gran cansancio de todo el día; de noche, el niño llora; a ella le quiebra su descanso, yo ni siquiera o había oído.
Le participo las conclusiones de una anterior meditación: - [El silenciero] Nina, los que hace la criatura, por ser nuestra criatura, son ruidos queridos, no lastiman.
No llego a donde intento. Le digo más: - Como el balde que choca e el mosaico al lavar los pisos, los platos que, dos veces por día, durante una hora golpean loza contra loza, y es muy sonora. Podrían impedir mi siesta o la lectura. No me afectan, no los oigo: no son excesivos y proceden de una persona a quien yo quiero.
Me vuelvo al encuentro de su comprensión, pero Nina se ha cubierto la cabeza con la colcha (Di Benedetto, 2016: 333).
A lo largo de la novela el silenciero reflexiona sobre las características del silencio y del ruido, sobre los tipos de escuchas, sobre las diferencias entre fuentes sonoras y las fronteras físicas del sonido entre otros aspectos. Uno de los aportes más interesantes es la noción de ruido material y ruido metafísico. El ruido material es aquel consciente y lógico en tanto se conoce su procedencia, el ruido metafísico es aquel del que solo se perciben las consecuencias y que funciona inconscientemente, no se identifica qué lo genera y parece obedecer a una resonancia anterior. Desconocer de donde proviene un ruido implica desconocer su historia. El ruido metafísico es destructor, opresivo, destructor, es un instrumento de anulación y bloqueo, de “no-dejar-ser”
Hay un ruido… material.
Y hay otro ruido que es… ¿cómo es?
Viene de las personas mismas, o de las condiciones que crean las personas, o la convivencia.
A veces se percibe como un bloqueo, como una onda o infiltración sonora o un susurro opresivo y deprimente.
Tampoco es así. No es posible oírlo. Esas características hay que suponerlas o adivinarlas. Lo que de él se capta, se recibe, son las consecuencias. Esencialmente – como el otro, el ruido material – perturba. Es tan intensa su gravitación que desequilibra, no los sentidos… ¿qué?...
¿Es un ruido?… Sí, tiene que constituir un ruido, un ruido de tierra, destructor y no aparente. Un instrumento-de-no-dejar-ser.
(Divago. Creo que este razonamiento ha sido una ráfaga de sinrazón.) (Di Benedetto, 2016: 322)
Filosofía situada. Escucha situada
A continuación pondremos en diálogo la categoría de apriorismo antropológico del filósofo mendocino Arturo Roig (Mendoza 1922 - 2012), su análisis del “discurso opresor-violento” desarrollado por Bartolomé de Las Casas y la noción de ruido metafísico de Di Benedetto. Es posible entablar esbozar un cruce entre ambos pensadores, coterráneos y nacidos el mismo año, considerando que los ámbitos discursivos se construyen por condiciones históricas, mediaciones axiológicas y por aspectos compartidos de la realidad material.
Entendemos que el pensamiento filosófico-existencialista desarrollado por Di Benedetto, así como las investigaciones historiográficas que emprendió para la producción de su obra literaria, como es el caso de Zama¸ lo acercan al universo discursivo de Roig, referente de la historia de las ideas latinoamericanas.
La noción de apriorismo antropológico de Arturo Roig desarrollada en su obra Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981) surge a partir de la noción hegeliana de que el saber filosófico tendrá su comienzo histórico en el momento en que el sujeto filosofante “se considere como valioso a sí mismo”. En el pensamiento de Roig el apriori antropológico consiste en la afirmación del sujeto como valioso, es decir que el acto valorativo de autoafirmación da inicio al pensamiento filosófico. El término sujeto no se refiere a un yo individual sino a un nosotros como latinoamericanos, y la ubicación de ese sujeto plural responde a un nosotros en la realidad empírica latinoamericana.[3]
Desde Zama, su primera novela escrita en 1956, Di Benedetto reflexiona sobre el ser latinoamericano y la experiencia de habitar en el continente como escritor y periodista. Incluso son frecuentes sus comentarios sobre vivir y escribir desde la provincia de Mendoza en oposición a Buenos Aires. La conciencia de Di Benedetto sobre su lugar de enunciación parte de una mirada crítica sobre su rol como intelectual, periodista y artista latinoamericano, como expresa en una entrevista ofrecida a Gunter Lorenz (1971):
“(…) he dicho que mis personajes de la ficción son personas que caen habitual u ocasionalmente bajo mi- ojo, el individuo que encuentro cuando me pienso o cuando me ubico ante el espejo y las criaturas que pueden ser fabuladas por mí o por mi prójimo. Todo esto, señor Lorenz, se lo digo porque responde a unas personas y yo, ¿qué somos sino naturalmente americanos? Pasemos por alto cualquier personaje declaradamente extranjero que ande por alguna página. Repito y planteo: ¿Qué somos sino naturalmente americanos? Porque quiero decir que será gratuita y deformante, desconocedora de la identidad, cualquier otra especulación. ¿Me explico?” (Lorenz, 1971: 123).
En el capítulo 12 de Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981), llamado “Desde el Padre de Las Casas hasta le Guerra del Paraguay”, Roig explica cómo el humanismo hispanoamericano se basó en formas ilegítimas de reconocimiento y cómo este se manifestó a través de actitudes paternalistas. El primer tipo de paternalismo se ubica en los primeros tiempos de la conquista. Roig señala que el primer sujeto que se enfrentó a la realidad americana desde una perspectiva continental y con una lógica instrumental fue el conquistador ibérico. Es, cuando menos, difícil hablar de una afirmación del sujeto americano dentro de una relación dominador-dominado, donde la asimetría de poder subsume a una de las partes. Surge entonces un potencial discurso del dominado, el cual se refiere al derecho del sujeto americano como “agente de su hacerse y de su gestarse”. Roig recurre a la discusión de la Querella de Valladolid [4] del año 1550 para aludir a este tipo de paternalismo, las posiciones antagónicas de esta discusión estuvieron representadas por Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. De Las Casas describe el tipo de “discurso opresor violento” del conquistador como una fuerza represiva que reemplaza el uso palabra y el entendimiento. Este discurso está compuesto por injurias, griterío y enfrentamiento, el cual nublando la razón y el entendimiento del dominado:
El alma humana se consterna con el terror; con el “griterío” con el miedo, con las palabras duras, y mucho más con los tormentos, se conturba se entristece, y en consecuencia, se niega a oír y considerar. Los sentidos exteriores y también el interior como la fantasía o la imaginación, se conturban; y la razón, por consiguiente se oscurece; el entendimiento no percibe ni puede percibir una forma inteligible, amable o deleitable, sino por el contrario, una forma que entristece haciéndose odiosa, puesto que el mismo entendimiento percibe todo aquello como malo y detestable, como lo es en realidad (Las Casas, 1975 citado en Roig, 1981).
La reflexión de Roig sobre el anterior fragmento reconoce el uso del sonido como herramienta de poder durante los procesos de conquista y colonización latinoamericanas y expande la metáfora, hasta convertirla en un elemento que trasciende el uso directo del sonido y lo vuelve histórico:
La única forma que le queda al dominado de autoafirmación de sí mismo frente al dominador, se reduce al odio, y junto con él a negarse a oír; las masas sometidas se convierten en seres enconados y mudos.
El conquistador, en cuanto hombre violento, a pesar de haber renunciado a su propia palabra y moverse tan sólo con la injuria, tiene quienes elaboren su discurso con los elementos ideológicos de la época. Aquella palabra reducida a “griterío”, se hace jurídica, se incorpora en una historiografía. El derecho y la historia cumplen su función de justificación y llega un momento en que se dejan de oír los gritos de la violencia, la que no por eso habrá de desaparecer. La historia mundial comenzará entonces a nacer: el arte de construirla consistirá en poner la sordina al griterío, hacerle que suene como “palabra” (Roig, 1981).
Roig explica más adelante que la posición de Sepúlveda, representante del discurso violento- opresor, implicaba el exterminio de unos para lograr el sometimiento de otros. La sumisión y el esclavismo solo fueron posibles a través de un largo proceso en el cual el asesinato de unos funcionaba como una herramienta para infundir terror. A esto se refiere Roig cuando señala que la sordina al griterío se fue poniendo de a poco, una vez que el exterminio masivo logró la sumisión de los sobrevivientes, el discurso opresor fue adquiriendo “cada vez más un aire de inocencia”.
“La noche sigue… y no es hacia la paz adonde fluye”
Importantes aportes de los estudios sonoros con perspectiva latinoamericana, como los realizados por Mayra Patricia Estévez Trujillo, Francisco Tito Rivas o Ana María Ochoa Gautier, por nombrar solo algunos, nos corren de una lectura ingenua sobre la realidad aural y la violencia sonora como arma de dominación en la experiencia latinoamericana. La presente investigación[5] surge sobre interrogantes en torno a un modo latinoamericano de valorar y concebir el sonido y la escucha y toma el caso particular de Antonio Di Benedetto, su modo de habitar la escucha y su canalización en una obra literaria. Las resonancias del griterío que denunciaba Las Casas aparece viajar a través del tiempo y trascender siglos como una forma más de colonialismo interno[6]. Es interesante pensar esta relación que retoma Roig sobre el griterío asordinado y nuevas formas de encauzar esa queja antigua, tal vez bajo la forma de un silencio construido con miedo.
En el Silenciero Cautivo Bustelo narra cómo durante los últimos meses de detención, Suetonio de Bene ya no sostenía la misma intolerancia hacia los ruidos externos:
“Nada de eso le molestaba, no pasaba por sus percepciones no le alteraban el alma. Lo que sí insinuaba morosamente era su silencio interior, que no hubiera allí una sola nota discordante, destemplada, un matiz faltante, una sonoridad mal ordenada. (…) Era el Hacedor del Silencio. Ya no era el que cuidaba que se observase la ausencia de los ruidos, sino el que hacía el silencio, el que lo componía, aquél que lo creaba, le imprimía sustancia, el ser antonomástico, imaginero, orfebre del silencio como la más augusta voz en la organización humana. (…) Entró siendo silenciero, salió siendo hacedor de silencio. Lo conoció en largas, penosas, afiebradas horas, tal vez minutos que se hicieron siglos. Conoció el silencio en toda su magnitud, exacta, compleja, descubridora, con matiz de sonoridades, esencia de magia” (Bustelo, 1988: 83).
Bustelo describe un silencio construido sin par, distinto a todo lo conocido, sin semejante y desprejuiciado, un silencio que olvida la razón: “[Suetonio Da Bene] Tenía que ser inventor de su silencio, fabricante de sí mismo, buceando en los intersticios lo mal vivido, lo mal formado, hasta llegar a la creación primigenia del primer grito ambicioso y directo, de su primer vagido” (Bustelo 1988: 84).
La experiencia de un hombre no es más que eso; más allá de haberla canalizado en una obra literaria, lo que aquí pretendemos destacar es el papel determinante que puede adquirir la realidad aural en la vida de una persona, como tormento, expresión o salvación.
Bibliografía:
- AGÜERO, Laura (2016) Los Andes, Antonio Di Benedetto y la violencia paraestatal. Mendoza, 1973-1976. Revista de Historia N° 17. Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue. http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/index
- BARTHES, Rolando (2025). S/Z. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
- BUSTELO, Ángel (1988). El Silenciero cautivo. Mendoza, Arg. Editorial DG.
- CALA, Carmen (1991). Las víctimas de la espera. Antonio Di Benedetto: Claves narrativas. Facultad de Filología. Universidad de Sevilla. Sevilla, España.
- DI BENEDETTO, Antonio (2016) Trilogía. Zama, El Silenciero, Los Suicidas. Las novelas de la espera. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
- DI BENEDETTO, Antonio (1964). El Silenciero. Buenos Aires: Ediciones Troquel.
- ESTEVEZ TRUJILLO, Mayra (2016) Estudios sonoros en y desde Latinoamerica: del régimen colonial a las sonoridades de la sanación. Recuperado el 4 de febrero del 2019 de https://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/4956
- GONZALEZ CASANOVA, Pablo (1970). “Sociedad plural, colonialismo interno y desarrollo.” en Cardoso, Fernando h., Pinto, Aníbal, Sunkel, Osvaldo (comp.) América latina, ensayos de interpretación sociológica-política. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, Colección Tiempo latinoamericano, p. 164-183
- NÉSPOLO, Jimena (2004) Ejercicios de pudor. Sujeto y escritura en la escritura narrativa de Antonio Di Benedetto. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
- LA PORTA, Natalia. Dirección (2017). Escritores argentinos. Biografías de la literatura: Antonio Di Benedetto. [Video] Argentina: Canal Encuentro.
- LORENZ, Günter. (1972) "Antonio Di Benedetto" en: Diálogo con América Latina. Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pomaire.
- ROIG, Arturo (1981) Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Editorial Tierra Firme.
- ZARAGOZA, Celia. (1974) "Antonio Di Benedetto: los cuentos de mi madre me enseñaron a narrar" en: Crisis. Nro.20, Buenos Aires.
Notas
- ^ Dicha editorial agrupó tres de sus novelas en un solo tomo llamado “Trilogía: Zama. El Silenciero. Los Suicidas: Las novelas de la espera.” (2016). La espera como factor transversal de las mismas no resulta del todo justa considerando que el propio autor señaló a la espera como tópico especialmente de Zama. Como ha señalado Néspolo (2004) en su tesis doctoral Ejercicios de pudor. Sujeto y escritura en la narrativa de Antonio Di Benedetto: “(…) tres grandes temas, precisamente, son los que organizan la trilogía novelesca de Di Benedetto. La espera, la búsqueda metafísica que deviene en la comprensión y aprensión del absurdo, y el suicidio, son los tres ejes temáticos sobre los que se construyen las novelas Zama, El silenciero y Los suicidas, respectivamente” (Néspolo, 2004: 156).
- ^ Como lo expresa Laura Rodríguez Agüero (2016) en Los Andes, Antonio Di Benedetto y la violencia paraestatal. Mendoza, 1973-1976: “Antonio Di Benedetto jugó un papel fundamental en la difusión del accionar represivo paraestatal al promover, junto a otros periodistas como Rafael Morán y Alberto Atienza, un registro diario de la violencia, contradiciendo las órdenes policiales y militares. Al desobedecer dichas directivas, Di Benedetto habilitó la posibilidad de que la salvaje represión desatada en Mendoza durante los años previos a la dictadura fuera registrada de manera minuciosa por el diario más relevante de la provincia. Y no sólo eso, Los Andes se convirtió para muchos familiares de gente secuestrada, en el lugar adonde radicar las denuncias” (Agüero, 2016: 128).
- ^ “Lo fundamental es por eso mismo tener en claro que la diversidad es el lugar inevitable desde el cual preguntamos y respondemos por el "nosotros" y, en la medida que tengamos de este hecho una clara conciencia, podremos alcanzar un mayor o menor grado de universalidad de la unidad, tanto entendida en lo que para nosotros "es", como también en lo que para nosotros "debe ser". De este modo, cada uno de nosotros, cuando se declara "latinoamericano" lo hace desde una parcialidad, sea ella su nacionalidad, el grupo social al que pertenece, las tradiciones dentro de las cuales se encuentra, etc. Tal es el anclaje del que como, hemos dicho, no siempre tenemos conciencia, por lo que creemos —con un tipo de creencia propia de una conciencia culposa— que nuestro punto de partida es necesariamente el de todos.” (Roig 1981: 21)
- ^ Dicha disputa se construyó entorno a dos posturas antagónicas respecto a la humanidad de las poblaciones nativas americanas, y estuvieron representadas por la figura de Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. La discusión se basaba en determinar ofrecer una base teológica y jurídica para decidir cómo debía procederse en los descubrimientos, conquistas y población del nuevo continente. Si las personas nativas americanas eran semejantes a los ibéricos nada avalaba el sojuzgamiento y apropiación de la vida y los bienes ajenos. De las Casas mantenía la posición defensora de los nativos americanos, reconociéndolos “hombres como los demás”, sostenía que no se les podía considerar pecadores o poco inteligentes, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades, lo cual los convertía en aptos para ser evangelizados.
- ^ la cual forma parte de la Tesis de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo de La Provincia de Mendoza, Argentina
- ^ Pablo González Casanova (1970) en Sociedad plural, colonialismo interno y desarrollo, el colonialismo interno es un fenómeno que surgió posteriormente a la independencia de las colonias y funciona como una categoría para el estudio del desarrollo. Entre varios cuestionamientos que se formula el autor sobre la funcionalidad y aplicabilidad de dicha categoría, presenta la discusión sobre un aspecto sociológico y no estrictamente político, que puede explicar los motivos por los que la nueva clase dominante de un Estado continúe siendo funcional a los antiguos colonizadores. Casanova explica este fenómeno como una de las consecuencias de los procesos de conquista y colonización, y tiene que ver con otros alcances de dichos procesos, no solo económicos, sino también culturales, espirituales, políticos y militares. Este alcance de la colonización sobre aspectos subjetivos y culturales, explica cómo la globalización, la expansión del desarrollo internacional, la evangelización y el progreso, tienen lugar dentro de una estructura de dependencia entre países dominadores y dominados. El colonialismo interno se evidencia cuando las colonias emancipadas mantienen sus estructuras de dominado, exterior e internamente. El autor habla de continuum de colonialismo para referirse a este fenómeno en el que las sociedades continúan representando las características y mentalidad de la colonia, siendo esto un obstáculo en el desarrollo de los nuevos Estados.
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